El Dorado apareció como un punto
en la geografía, al tiempo que se le obligaba al nativo a olvidar las viejas historias
sobre príncipes que eran vestidos a diario con polvo de oro.
Al principio, el español persiguió
a este príncipe dorado, tal vez, con la idea de encontrarle como una estatua de
oro macizo, pero no tardó mucho en caer en la cuenta, que debía buscarle en la
geografía del nuevo continente.
Capturar aquel príncipe, sería
una bendición.
Gran señor. Pedía ser ataviado
con oro molido, porque le parecía que otra cosa era menos hermosa y hasta ordinario,
que los señores se presentarán con colgandejos pesados de la nariz a los pies.
Polvorizarse con oro, ¡Qué cosa!
¡Qué lujo!
Así que éste cacique dorado debió
de ser riquísimo, además de muy apuesto.
La noticia rodó como bola cuando
los nativos fueron interrogados por aquel príncipe que le llamaban cacique
dorado. Lejos estaban los españoles de saber que solo en el altiplano
cundiboyacense gobernaban caciques y menos que moraban de forma sagrada y
perpetua en lagunas como Guatavita e Iguaque.
- ¿Preguntar?, ¡Qué va! ¡Acaso
tienen alma!
- ¿Qué el sol y a la luna son sus
criadores?, -Eso está por verse- Vasallos.
- ¿Qué tienen bosques y lagunas
consagradas?, -Abrase visto- Infames.
- ¿Qué se hacen entierros y se
realizan pagamentos! El impuesto es para su Majestad el Rey.
- ¿Qué echan oro y piedras preciosas
a la laguna? -Cosa innecesaria-.
- ¿Dónde está el buhío? ¿Qué
valle es ese? Se avisparon a preguntar.
Sogamoso. Un templo muy famoso
fue asaltado por los españoles.
¡Qué esplendor! ¡Qué casa!
En su interior, bien al fondo se
veían colgados unos platos que cuando el sol les daba, resplandecían y se
observaban de muy lejos.
Entendieron que tales petacas
puestas a lo alto y bien atadas, deberían tener gran peso y que lo que estaba
dentro era oro puro.
Este sitio, pensarían, sería la
salida al Dorado por el oriente. Ese deliró se los ha de llevar muy lejos. Hora
si, que peligro. Pobre de la Casa del Sol.
Tan rica y abundante en oro y así,
en su fabricación. Tiene los pilares y paredes de él toda cubierta, también
allí se hacen ofrecimientos, es por excelencia la Casa del Sol.
Creían que su sagrado Sol y Luna
se los llevaría lejos, pero no.
Tenían un don de comunidad que encantó
a curas y frailes y fueron paladeándose frases entrecortadas. Le hablaron de Tomza
Hitcha Guia o Guatavita.
Los llevaron hasta la cumbre de
los cerros más altos y les mostraron los manantiales que nacen allí. Y les
contaron sus secretos, desde la frialdad del páramo.
Qué levantamos en puro oro al
muchacho que sacó Labaque de la laguna.
Qué, así como lo ven en estatura
y edad. Así salió de la laguna.
Qué es nuestro patrono de Iguaque
esa figura de oro que ven ustedes ahí.
Qué aquí se casó y comenzó a
tener hijos. Así pobló
Se antojó el cura fraile de
visitar semejante maravilla.
Asina, caminó por las puertas del
cercado y buhíos tan flacas. Que no eran más que unas delgadas cañas. Asidas
con cordeles de cabuyas.
Comenzando a mirar la primera
casa, vio ofrendas puestas por orden en barbacoas de más de tres mil mantas de
algodón finas y bien hechas.
Tejos y cintillos para el
ofrecimiento con figuras de hombres, aves, serpientes y más. Todo delicadamente
puesto en petacas y adoretes entre pajas.
Pero lo que más le admiró fue la
figura del muchacho de tres años. Puesto en pie. De oro macizo. Y una piedra de
moler maíz del tamaño de las comunes que usábamos por acá.
Como se echó de ver maravillado.
No se sabe si de tanta adoración o de todo el oro junto.
Seguro este es El Dorado. Pensó.
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