!Hola amigos! les ha
pasado que quieren motivar la lectura en sus niños y no encuentran el libro
adecuado. Muchos padres y docentes pensamos en "El principito" pues
es un libro hermoso y lleno de valores. Pero lo dudamos porque es una novela de temática trascendental. !No lo dudes! Nuestros hijos pequeños están en la edad de aprender de sus superhéroes. !Nosotros! Nos ven todo el tiempo y aprenden de lo que les damos.
Aquí les dejo El Principito, para leerlo a manera de cuento antes de dormir. Me excuso, pues no pude aguantarme las ganas de dedicárselo a mi Sarita.
Aquí les dejo El Principito, para leerlo a manera de cuento antes de dormir. Me excuso, pues no pude aguantarme las ganas de dedicárselo a mi Sarita.
A Sara;
Sé que te debe resultar
agotador dar y dar siempre las mismas explicaciones como si una gran muralla estuviera
en mi cabeza
Cuando compartes con
migo, me haces sentir como regando una plantita, que pronto abrirá para
perfumarlo todo con ricos aromas
Pero quiero que entiendas
que cada adulto viene con su propia muralla
No puedo evitar que te tropieces,
resbales, o te caigas,
pero si puedo enseñarte a
que camines sobre ellas superando el malestar que producen
Sara, te quiero contar la
historia de un amigo de otro planeta, el pequeño príncipe
Imagen tomada de internet
Un día este príncipe se
le presentó a un aviador que había caído en el Sahara y le pidió que le
dibujara una oveja. El aviador que ya era un poco mayor, ante la petición del príncipe
recordó que perdió el ánimo por el dibujo a los seis años, cuando dibujó una
boa constrictor devorando un elefante y la gente mayor pensó que era un
sombrero. La imagen de ese dibujo había quedado grabada en su memoria, así que
en lugar de una oveja, el aviador dibujó a la boa y se la enseñó al príncipe,
quien respondió;
-! No!, !No!, No quiero
un elefante dentro de una boa.
Ante tal cosa, el aviador
dibujo una oveja que a nuestro príncipe le pareció que estaba muy enferma,
luego dibujo otra oveja que a nuestro príncipe le pareció que era un carnero,
luego otra más, que a nuestro príncipe le pareció que estaba vieja. Ya agotado
dibujo una caja y le dijo al príncipe que la oveja estaba dentro, éste miro
como buscándola y le pareció perfecta para su planeta porque era pequeña y
venía en su cajita donde podía dormir.
-Sí,... las ovejas comen
arbustos-, le respondió el aviador.
El príncipe sabía que el
aviador era grande, testarudo y no veía las cosas importantes, entonces
le aclaró que como en todo suelo, en su planeta había semillas buenas de
plantas buenas y semillas malas de plantas malas. Por lo que era necesario
reconocerles antes de que germinaran y arrancarlas de inmediato, si no, infestaría
todo y hasta podría hacer explotar el planeta. De tal forma, dijo el príncipe;
-Si- contesto el aviador.
-¿Para qué sirven las
espinas?
El aviador que estaba atareado con un perno
rebelde, subió el tono y dijo:
-! Las espinas no sirven para nada! -! No son
más que pura mala intención de las flores!
-Las flores son débiles-.
-Son ingenuas-. -Ellas aseguran su tranquilidad como pueden-. Conozco una flor
que solo existe en mi planeta a la que una pequeña oveja puede aniquilar sin
darse cuenta.
-¿No es importante eso?
Entonces el aviador
humillado se reconoció en su grandísima, pero grandísima muralla.
El príncipe
recordó con nostalgia a su flor, que era una rosa, en realidad. -No debí volar-
dijo para que el aviador escuchara.
Entonces se dio a compartirle al aviador sus sentimientos por la flor. El día en que broto, el pequeño príncipe supo que no era una flor modesta. Recordaba como se creía pariente del sol. El día en que se conocieron, pidióle un globo para protegerla del frío en las noches. Era vanidosa, caprichosa y un tanto arrogante, pero hermosa y conmovedora. La flor había colmado el planeta de aromas y centellos, pero el príncipe, que no reparaba en los actos, huyo agobiado por la cantaleta de la flor.
Entonces se dio a compartirle al aviador sus sentimientos por la flor. El día en que broto, el pequeño príncipe supo que no era una flor modesta. Recordaba como se creía pariente del sol. El día en que se conocieron, pidióle un globo para protegerla del frío en las noches. Era vanidosa, caprichosa y un tanto arrogante, pero hermosa y conmovedora. La flor había colmado el planeta de aromas y centellos, pero el príncipe, que no reparaba en los actos, huyo agobiado por la cantaleta de la flor.
El aviador, ahora muy
atento, se dispuso a escuchar las aventuras del príncipe.
El primer planeta que visitó estaba en posesión de un rey solitario que daba órdenes a todo; te ordeno ponerte de pie, te ordeno sentarte, te ordeno hablar, te ordeno callar, bla ... bla ... bla ... Era muy fastidioso, pero magnificente.
Era un rey absoluto y universal, de quien él mismo afirmaba, las estrellas le obedecían. Ante semejante prueba de autoridad, el pequeño príncipe pidió una gracia del rey. Pidióle una puesta de sol, que el rey concedió para las siete y cuarenta. Pero el príncipe cansado, aburrido y decepcionado de la superficialidad del rey, se dispuso a marchar. Ante el peligro de no tener un súbdito, el rey prometió al pequeño príncipe ser ministro de justicia, pero al príncipe no le interesaba ser ministro porque en este planeta no había nadie a quien juzgar. -Podrías juzgarte a ti mismo-, replico el rey. Pero él sabía perfectamente que podría juzgarse a sí mismo, sin ser un ministro.
El primer planeta que visitó estaba en posesión de un rey solitario que daba órdenes a todo; te ordeno ponerte de pie, te ordeno sentarte, te ordeno hablar, te ordeno callar, bla ... bla ... bla ... Era muy fastidioso, pero magnificente.
Era un rey absoluto y universal, de quien él mismo afirmaba, las estrellas le obedecían. Ante semejante prueba de autoridad, el pequeño príncipe pidió una gracia del rey. Pidióle una puesta de sol, que el rey concedió para las siete y cuarenta. Pero el príncipe cansado, aburrido y decepcionado de la superficialidad del rey, se dispuso a marchar. Ante el peligro de no tener un súbdito, el rey prometió al pequeño príncipe ser ministro de justicia, pero al príncipe no le interesaba ser ministro porque en este planeta no había nadie a quien juzgar. -Podrías juzgarte a ti mismo-, replico el rey. Pero él sabía perfectamente que podría juzgarse a sí mismo, sin ser un ministro.
El siguiente planeta
estaba habitado por un bebedor que estaba sentado frente a una colección de
botellas vacías y botellas llenas.
-¿Qué estás haciendo?- pregunto el príncipe.
-Bebiendo- Respondió el
bebedor,
-¿Y por qué bebes? -Para Olvidar-.
-¿Para olvidar qué? -No sé,
ya lo olvide-.
Y contagiado de la misma melancolía
del bebedor, partió el pequeño príncipe.
En el cuarto planeta vivía
un hombre de negocios que se la pasaba el tiempo contando no se sabe qué. Todo
sumaba quinientos y un millones setecientos veintidós mil setecientos treinta y
uno.
-¿Quinientos millones de
qué?- Preguntó el príncipe.
-¿Quinientos millones de
qué? - Volvió a preguntar el príncipe.
-De, de, de... estrellas.
-Son mías, las cuento porque las poseo-.
-¿Y de qué sirve poseer
las estrellas?-.
Pues para saber que son mías.
Este hombre razona igual que el bebedor -pensó el príncipe.
El príncipe trato de ponerse en los mismos zapatos que el hombre de negocios, pero no hallaba
gracia en ello. Pensó en que la flor de su planeta era suya, pues la regaba
todos los días. Le era útil. Pero el hombre de negocios de nada le servía
a las estrellas. Y con mucho enfado se marchó de este planeta, cuestionando el egoísmo
de la gente.
El quinto planeta estaba
ocupado por un farolero fiel a quien el príncipe llego a amar, pues lo que hacía
lo hacía por gusto y porque era útil para su planeta. Era verdaderamente
hermoso el farolero y tan distinto a los otros hombres que había conocido, ellos, hacían cosas para agradarse a sí mismos. Este hombre realmente le era
fiel a su trabajo que era apagar y prender el farol.
Imagen tomada de internet
En el siguiente planeta
habitaba un geógrafo que estaba ciego y sordo. Se le presentó al príncipe como
un sabio. Y sin más nuestro príncipe no pudo resistirse a preguntar sobre los océanos, mares y montañas de este planeta, pero con gran
decepción se dio cuenta de la enfermedad del geógrafo; padecía de exceso de desconfianza.
Nunca había caminado por su planeta porque, como su nombre lo indica, él escribía
y no necesitaba caminar para escribir. Entonces, jamás había contemplado la
tierra y por tanto no había disfrutado de sus paisajes, pues eso no era cosa de geógrafos.
El último planeta fue la
tierra, en la cual encontró una serpiente atenta a las palabras del príncipe pero
no por amabilidad, sino por interés.
Imagen tomada de internet
-Al que toco, lo devuelvo
a la tierra de dónde salió-, dijo la serpiente.
-Puedo ayudarte si un día
extrañas demasiado a tu planeta- insistió la serpiente.
El principito a quien le
interesaba conocer a los hombres de este lugar, no reparó en que la serpiente
le quería morder.
Otro día encontró un jardín con miles de rosas iguales a su rosa. Pero el príncipe quien no había aprendido a amar del todo, lloró pensando en que su rosa se sentiría humillada, cuando supiera que él había conocido miles más dentro de su especie.
Otro día encontró un jardín con miles de rosas iguales a su rosa. Pero el príncipe quien no había aprendido a amar del todo, lloró pensando en que su rosa se sentiría humillada, cuando supiera que él había conocido miles más dentro de su especie.
Un día apareció un zorro.
-No puedo, no estoy domesticado-
respondió, el zorro.
Pero el príncipe no sabía
que era exactamente domesticar, entonces el zorro le explicó que él no era más
que un niño entre cien mil niños más y no tenía necesidad de él, si lo
domesticara tendría necesidad de él y sería
único entre muchos. El príncipe no podía dejar de pensar en que su rosa
lo había domesticado ya, pues era única y la necesitaba. Cuándo hubo de
marcharse el príncipe, lloró el zorro y éste lo reprocho. Pensaba que el zorro
se quedaba solo y adolorido pero no. Cada vez que los trigales eran batidos por
el viento, llegaba el más bello recuerdo de uno risos dorados y era feliz. El príncipe
marcho seguro de que alguien lo extrañaría y de que él extrañaba a su rosa.
El príncipe exigió el cumplimiento de una promesa hecha por el aviador; un bozal para su oveja, fue así que conoció los dibujos del baobab y el zorro, que causaron risas al príncipe, pero el ambiente seguía trastornado.
-Debes trabajar- dijo el príncipe
y el aviador partió llevándose la duda de cuán grande era el agobio del príncipe.
Al siguiente día el aviador encontró al príncipe en aparente alianza con la serpiente, quien a cambio de morderlo le prometió llevarlo hasta la estrella que ahora guardaba la rosa. Fue así, que el príncipe partió de este planeta, prometiendo al aviador ser una estrella sonriente y feliz para él. Siempre que mirara al cielo, habrían millones de estrellas sonriendo para él.
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