jueves, 27 de abril de 2017

LA OCUPACIÓN DE LAS SABANAS DE LOS LLANOS ORIENTALES: UN CONFLICTO RECURRENTE

Fanny Ortiz. 2017
fannyortiz997@gmail.com

Este ensayo es un intento por aproximarse a la raíz del conflicto y la tensión interétnica entre llaneros, colonos e indígenas, de los llanos Orientales. En primera instancia por la sedentarización que acompañaba el acto de fundar o de establecerse en un hato ganadero, el cual, restringía al indígena del uso ecológico de la mata de monte y en segunda instancia, como consecuencia de la explotación desmedida de recursos naturales como el caucho, que a finales del siglo XIX, junto con el desarrollo de una ganadería extensiva, arrinconaba y restringía del uso de las sabanas comunales a indígenas, llaneros y colonos, lo que llevo al conflicto y tratos crueles.

 HATEROS, VAQUEROS, VEGUEROS E INDÍGENAS: GENTE DE TRABAJO LLANO

Aunque el indígena no gustaba del contacto con las manadas de ganado cimarrón y le era común perseguir y alejar a los semovientes que se acercaban a los linderos de sus caseríos, el indígena aprendió el pastoreo de los rebaños, gracias a que los jesuitas impusieron el trabajo de llano a las poblaciones cristianizadas y evangelizadas.

Con la expulsión de los jesuitas, después de 1767, los hatos fueron poco a poco apropiados por quienes antes se encontraban en situación de sometimiento a la hacienda. Ya aculturados, cristianizados y semisedentarios, los llaneros, una mezcla entre indígena, afrodescendiente y blanco, se dieron a la administración de sus propios rebaños.

El indígena originario, ahora más liberto y sin el yugo del cura evangelizador, compite por el usufructúo del ganado cimarrón. La llanerización del indígena, se expresa principalmente con la  semisedentarización, que acompaña el acto de fundar y el dominio del caballo, que lo aprendió en los hatos de misión y lo incorporó como medio de subsistencia, hasta que se hizo vaquero. (Romero María: 1993)

El vaquero traslada elementos socio culturales del mundo e imaginario propio del indígena, un ejemplo de ello, es el coleo, muy típico de los vaqueros de  llano, que consistía en derribar aquellos bovinos que se apartaban del rebaño. En el siglo XVIII, era ya una práctica propia del trabajo llano y de manera jocosa,  media la destreza del vaquero.  Como se aprecia en la obra de Riu, pintor de la expedición corográfica, el rodeo en los llanos era una actividad en la que se había incorporado el uso de la lanza, propia del indígena. 

Un rodeo en los llanos. Grabado de Riu. Biblioteca Nacional

Lo que pasó con la expulsión de los jesuitas, es que las ganaderías de los llanos, paulatinamente se van convirtiendo en la forma de sustento de una amalgama social que ya era natural de los llanos, pero también de una poblaciones foránea. Como lo observara el naturalista y geógrafo Alejandro de Humboldt, en el siglo XVIII, “blancos, libres y mestizos de todos los colores" que habían estableciendo sus hatos, fundos y haciendas… y esclavos y libertos que, huyendo de la persecución y de la esclavitud, escapaban hacia las llanuras que "[...] deshabitadas, pero pululantes de rebaños, les brindan refugio y manutención". (Gómez Augusto, Molina Nathaly, Suárez Carolina: 2011)

Esta forma de apropiación territorial no es otra sino el hato llanero, término que hace referencia a una extensión de tierra sin cerca, en donde pastan una cantidad significativa de semovientes, con la marca del respectivo hatero, o dueño del hato.

El hato llanero condiciona necesariamente la sedentarización del hatero. Un cuadro costumbrista del acto de fundar lo muestra el ingeniero Emiliano Restrepo, célebre por el trazado de la carretera Bogotá – Villavicencio, que aunque fue abierta el 1936, sigue las recomendaciones dadas en su libro. El acto de fundar, es como bien lo describiera en su obra:



“El criador que pretende hacer una fundación, elige una zona de sabana cualquiera, que no esté ocupada por otro ganadero y que regularmente es baldía. Señala a caprichoso los límites de la nueva fundación, los cuales son ordinariamente caños y fajas de bosques y los hace conocer de sus más inmediatos vecinos, quienes los aceptan y respetan religiosamente….

Señalada la sabana, se procede a la construcción de las habitaciones, eligiéndose al efecto una localidad seca e inmediata a un caño o corriente de agua potable….

Al mismo tiempo que se han estado construyendo las habitaciones y los corrales, se han ido haciendo quemas en las sabanas, a intervalo de diez días, para destruir la paja alta y madura que es poco apetecida por el ganado, a fin de que brote en el mismo orden de sucesión, el retoño que aquel devora con avidez.

Así preparada las cosas, conduce el ganadero su rebaño a la sabana elegida y lo pone al cuidado de tres o cuatro vaqueros a caballo, que permanecen rodeándolo durante el día y que lo conducen a la caída del sol al corral de reducción, esta operación es la que se denomina en el llano con el nombre especial de pastoreo y es, al propio tiempo que indispensable, la más fatigosa para el criador y la que más gasto le causa….

El objeto del pastoreo es aquerenciar el ganado a la sabana elegida, hasta lograr que olvide aquella de donde se le trajo. ….

Para un hato de quinientas cabezas de ganado, basta el criador, dos peones, una cocinera, función que desempeña frecuentemente la mujer del dueño del hato y cinco o seis mulas o bestias caballares”.  (Restrepo Emiliano: Una excursión al territorio de San Martín en diciembre de 1869: 1957)



Algo fundamental en la obra, es que muestra el camino de la instalación de esa ganadería extensiva, -propia de las sabanas del Meta- y que fue impulsada por las campañas de extracción de las últimas décadas del siglo XIX, no en vano, Emiliano Restrepo, fue abanderado de la explotación de sarrapia, caucho, cacao silvestre y maderas, para en últimas fundar su prominente ganadería en las sabanas de San Martín. (Meta)

El hato llanero se consolido como una estructura de poder basado en las relaciones de trabajo de llano. En Arauca y Casanare, sobrevivió hasta bien entrado el siglo XIX la hacienda tradicional llanera a la usanza de los jesuitas. Es decir, sostenida por medio de una red de relaciones laborales basada en la sujeción por lealtad entre hateros, quienes respetaban la marca del semoviente, como una condición a la propiedad privada. Aquí no era importante el número de hectáreas que se poseían, sino el número de reses que se levantaban.

La estructura socio administrativa del hato llanero, en orden de importancia sería así: hatero, encargado de hato, caporal, caballicero, vaqueros, peones, cocinera, veguero y mensual.

Los vaqueros son los típicos llaneros o centauros. Sé toman la libertad de trabajar en el hato que prefieran, si así lo quieren, pero nunca se fundan y tampoco aspiran a ello. La libertad del llanero es la herencia nómada de su pasado indígena, lo cual, le ha permitido no sujetarse de ninguna manera al dueño del hato. El trabajo llano, que es la selección del ganado para engorde y venta, las marcas y el amanse de potros, son funciones del vaquero.

Becerros, vegueros o peones de sabana, en la época de trabajo llano son requeridos en el hato para reparar cercas, ordeñar y otras labores. La relación con el dueño de hato, comienza por medio de endeudes, así quedan sujetos de forma permanente. El dueño de hato, los obliga a fundar al lado de un caño o cualquier nacedero de agua, para que críen o levanten cierto número de reses recién paridas, aprovechando la existencia de sabanas comunales, pero se les restringe al uso de la mata de monte, aspecto que caracterizó, el conflicto agrario llanero durante el siglo XIX y parte del XX.

De la relación entre vegueros e indígenas, el primero aprendió a mantener el conuco para su propia subsistencia, algunos productos del conuco, los ceden por obligación al hato. Es la aspiración de cada hatero, sujetar a indígenas, vegueros o cualquier otro pobre a prestar servicio en el del hato. El derecho de opción, por el cual, se estableció la unidad de intereses respecto del uso de aguas y pastos para ganados, atajos de caballos, lo mismo, que la pertenecía de animales que se encuentran sin marca en las diferentes sabanas, se hizo vedado a peones y vegueros hasta la revolución del llano.

Provincia del Casanare. Llaneros herrando ganado y recortándole las orejas. 
Lamina 25. Fondo: Comisión Corográfica. Biblioteca Nacional

Otra cosa pasa por las sabanas del Meta a finales del siglo XIX, pues este territorio se empieza a vincular como área comercial, para la explotación de quina, sarrapia y caucho. Con ello llega la ganadería extensiva,  propiciada por hacendados ausentistas, para quienes si es importante la propiedad privada. Paulatinamente van apareciendo las cercas y la tensión intercultural entre colonos, llaneros e indígenas. Esta tensión es favorecida por propietarios ausentistas, que a bien, han sido recientemente caracterizados como geófagos o devoradores de tierra. (Gómez Augusto, Molina Nathaly, Suárez Carolina: 2011)


Solo a partir del siglo XIX, dentro de un contexto de avance de una economía capitalista y de fomento de un mercado de tierras, acompañados estos de los procesos de concesión y titulación de "baldíos" y de "bosques nacionales", extensas áreas de los Llanos, especialmente de bancos y médanos, fueron objeto de especulación y de apropiación. Esto dio lugar a largos pleitos judiciales y a conflictos locales y regionales en los cuales los llaneros y los colonos espontáneos, poseedores de buena fe, pero sin recursos económicos, sin influencias y generalmente ignorantes de la legislación, fueron vulnerables frente a los especuladores de tierra, los "geófagos". La práctica de establecer cercas con alambre de púa, iniciada a finales del siglo XIX, contribuyó aún más a excluir del usufructo de las sabanas a los llaneros mismos y a esos colonos, "pobres de solemnidad", que pretendieron establecer allí sus "fundos".


Estos propietarios y sus gamonales llegados desde el altiplano, negaron el derecho de opción, un derecho colectivo  y consuetudinario. Haciendo diferencia entre unas y otras vacas, según la pertenencia al hato y demarcando la extensión del territorio, según la cantidad de reses que se poseía. Reses que antaño pastaban en las sabanas comunales o de uso colectivo. Fue así, que se empezó a negar el derecho de opción a indígenas, vegueros y después, a los campesinos que llegaron desplazados por la violencia de los años 1950. (Barbosa Reinaldo: 1992)

Estos abusos fueron rechazados durante la guerra del llano, o la revolución que dirigió Guadalupe Salcedo. La defensa del derecho de opción, fue la base ideológica de este movimiento. Una cosa parecida al abuso que los gamonales hacían del derecho de opción, fueron las políticas de rehabilitación del llano, en donde, se daba pie a que los grandes propietarios, privatizaran las sabanas, con el uso de cercas.

HACENDADOS, EMPRESARIOS Y COLONOS: GENTE DE LOS ANDES

Como vemos, la región de la Orinoquia se caracterizó desde las últimas décadas del siglo XIX, por el ejercicio de una economía de extracción, relacionada con una forma de ver el territorio, como región de frontera, ausente de participación económica. (Fajardo Darío: 1989)

De tal forma, se abrió paso entre las estructuras de administración local, algo que ya era constante entre quienes avanzaban con la extracción desmedida de recursos naturales: la ley de las fronteras. Donde el Estado colonial no logró instalar proyectos de colonización, se definió el territorio y sus actores como ausentes o baldíos, para mostrar con ello un espíritu insumiso y un medio hostil, al que había que explotar de cualquier forma. (Fajardo Darío: 1989)

De ese período, se generó una legislación para regir los territorios baldíos o ausentes, basada en la concesión a extranjeros y la adjudicación a nacionales, por medio de bonos de deuda pública. Por las sabanas de Arauca y Casanare, llegaron nuevos propietarios, ex militares de la guerra de los mil días, a quienes se otorgaron predios de hasta mil hectáreas. (Giraldo Ladrón. 1981)

Desde mediados del siglo XIX, empresarios y comerciantes, empiezan a instalarse abusando de la compra de tierras o despojando violentamente a llaneros e indígenas. La compañía de Colombia de la firma Uribe & Herrera, ocupó las selvas y sabanas del Ariari. Habían conseguido una concesión de noventa mil hectáreas, desde el valle del Ariari-Guejar, al valle del Magdalena. Fundaron los pueblos de Uribe (Meta) y Colombia (Huila) y construyeron entre ambas poblaciones, un camino para sacar el ganado de los llanos, balata y quina del piedemonte, café y cacao de la zona templada. (Molano Alfredo. 1988)

Las trochas abiertas por los vecinos de San Martin hacia finales del siglo XIX, sirvieron para las explotaciones petroleras de 1920, posteriormente para un carreteadle que la Rubber Development Company, se comprometió a construir entre Acacias (Meta) y Calamar (Vaupés) esto, a cambio de la concesión hecha por el gobierno de Eduardo Santos, para explorar el caucho en el Vaupés. Con la construcción de la trocha de la Rubber, la ocupación campesina del piedemonte, entre los ríos Guayiribia y Humadea se aceleró. (Molano Alfredo. 1988)

El imaginario frente a la territorialidad no cambió mucho después del conflicto de los años 1950. La respuesta del Estado a través de una posible reforma agraria, fue la misma. En el Sarare y el área del Guejar, los programas que pretendían dar curso a la ley 135 o ley de reforma agraria, estuvieron dirigidos a empresarios de tipo agrario y la gran mayoría de los campesinos, llegaban de forma espontánea y sin incorporarse a dichos programas, de tal forma, se ocupan territorios ancestrales y se genera tensión entre colonos, llaneros e indígenas.

Para dar un ejemplo; al departamento del Gaviare empiezan a llegar campesinos del interior, sobrevivientes de la guerra de los llanos o excombatientes de las guerrillas al interior del país. Fueron cientos de hombres y mujeres, que fundaron en las márgenes del Ariari y del alto Guaviare y sobre la tocha entre San José y Calamar, dando origen a una ocupación agrícola campesina. Es el mismo sitio que se hizo famoso por el tigrilleo y la caza indiscriminada de jaguares, venados, micos, panteras, caimanes y babillas. Alfredo Molano dice que fue el entremés de la fiebre del caucho. (Molano Alfredo. 1988)

Bibliografía

Barbosa E, Reinaldo. 1992. Guadalupe y sus centauros. Memoria de la insurrección llanera. CEREC-IEPRI, Editores. Bogotá.

Fajardo Darío: 1998. Colombia Orinoco. Fondo FEN, Edit. Bogotá.

Giraldo D, Ladrón L: 1981. Desarrollo y colonización. El caso colombiano. Universidad Santo Tomas, Edit. Bogotá.

Gómez Augusto: 1991. Indios, colonos y conflictos: una historia regional de los llanos orientales. 1870- 1970. Siglo XXI, Edit. Bogotá.

Gómez Augusto, Molina Nathaly, Suárez Carolina: 2011. Vichada: éxodo y etnocidio indígena; el avance de la ganadería extensiva y de la colonización. En: Revista, Maguaré.

Molano Alfredo: 1988. Aguas abajo. Memorias de un viaje por los ríos Guaviare y Vichada hecho en 1988. En honor al padre José de Calazán Vela. Fondo de Cultura Cafetero, Edit. Bogotá.

Restrepo E, Emiliano: 1956. Una excursión al territorio de San Martin en diciembre de 1869. Imprenta de M. Rivas, Edit. Bogotá.

Romero María Eugenia: 1993. Achagua. En: Geografía Humana de Colombia. Región de la Orinoquia. Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, Edit. Volumen I. Tomo III. Colección: Quinto centenario. Bogotá.



TEJIENDO SABERES

Contesta en tu cuaderno las siguientes preguntas:

1             ¿A qué se refiere el texto con llanerización?
2             ¿A qué se refiere el texto con hato llanero?
3             ¿Qué sectores sociales confluyen en la ocupación de los Llanos Orientales?
4             ¿En qué consistía el derecho de opción en los Llanos Orientales?
                              

Investiga:

¿En qué consistió la expedición corográfica y quiénes fueron sus principales representantes?

¿En qué consistió la revolución de las guerrillas liberales del llano y quiénes fueron sus principales representantes?

¿En qué consistió la rehabilitación del llano y quienes fueron sus principales promotores?



Bueno, eso fue todo. Si te gustó lo que leíste y quieres hacer un apunte, no dudes en escribirlo. Recuerda que si estás en otro país o ciudad y requieres documentación de tipo histórica, mi contacto está iniciando la entrada, ahí me ubicas. Hasta la vista.

viernes, 10 de marzo de 2017

SEÑO TRADICIÓN, HISTORI ANDO Y LOS NIÑOS DE LA ESCUELA, CUENTAN HISTORIAS DE LLANO Y SELVA


SEÑO TRADICIÓN, HISTORI ANDO Y LOS NIÑOS DE LA ESCUELA, CUENTAN HISTORIAS DE LLANO Y SELVA

Fanny Ortiz. 2017

Profesora: Niños. Hoy les voy a presentar a seño Tradición. Ella me ha aclarado muchas dudas. Ha sido una ayuda invaluable en mi trabajo. Por ella, sé la historia de nuestros abuelos. Seño tradición, tiene una sabiduría viejísima. Es que sus padres heredaron de sus viejos, todos estos conocimientos.

Profesora: Ella sabe la historia del árbol de Kalibernae, cuando la gente de Tsamanawi, tumbó el árbol de la vida y tuvieron que cultivar. ¿Ustedes quieren escuchar ésta historia?

Niños: Si, profesora.

Seño Tradición: … Antiguamente, andábamos por la selva. Vivíamos de la recolección de frutos. No comíamos carne. No conocíamos el tejido. Hoy en día, comemos casabe, plátano, arroz. … Si o no.

Niños: Siiiiii… Seño Tradición.

Seño Tradición: Nuestros antepasados buscaron la forma de mejorar. Lo hicieron preguntando a los ancianos. De ahí, que les preguntaron por la relación del mundo y sus recursos. Preguntaron a un abuelo de nombre Palomeke, quien sabía relacionarse con el medio.

Otro abuelo de nombre Mono Nocturno, descubrió un árbol, que se llama Kalibernae. Él siempre iba al otro lado del río Orinoco y comía solo.

El abuelo Mono Nocturno, se perdía de noche y comía por allá. Entonces chamán se transformó en Lapa. El otro animal nocturno. Se transformó en una lapa. Así, hasta hoy en día, que la lapa es nocturna.

Y se le mando atrás… ¿Es usted Lapa? … ¡Mire lo que yo estoy comiendo!

Le votaba piedra y ella cogía… ¡Mire, no es alimento! El cargaba en su mochila, piedra, palo, hoja. Pero al rato le escucho la ruña. … ¡Ese no es usted ¡… ¡Ese es Lapa! … ¡Mire, Lapa! ¡Eso es lo que yo como! Y le votaba. Así la iba engañando. Pero lapita lo perseguía. ¿Hasta dónde irá a llegar Mono Nocturno? Y llegó allá, al árbol de Kalibernae.

Comía cantidades. El hombre allá tranquilo comiendo y acá, lapita, comía solo la concha caída. Lapita lo descubrió y se lo trajo con ella. Al otro día hubo conflicto.

A lapita preguntaron: 

… ¿Qué es ese palo que nadie capaz de tumbar? … Como no es palo natural. … Ni capaz subirlo, como es semejante. Ni capaz derribarlo… Pues el único abuelo que sabe cómo  derribar ese palo, es Palomeke.

Palomeke vivía para el lado Orinoco. No es una persona normal. Es invisible. Entre ellos se relacionan porque domina el yopo y comen kapi. Entre ellos se entienden. Entonces, fueron con Palomeke. Para negociar rula y hacha.

Lo planearon todo…Tocaba jurar… Tenían que sorber yopo… Tenían que ofrecer kapi...

Tenían que negociar… ¿Qué hacer día y noche? Negociar.

Finalmente el pobre abuelo Palomeke se aburrió. ¡No!. ¡Aquí no vendo, ni regalo nada!

Pero ellos pensaron en otra cosa. Le mandaron un mosquito chamán. Así duraron sus días y sus noches. Un día Palomeke se golpeó y llegó mosquito chamán. Le comenzaron vómitos.

Cuando vomitaba, no vomitaba alimento, vomitaba, rula, hacha, joyas, ropa. Cayó oro, plata y anillos. Y ellos tomaron lo que necesitaban. Lo llevaron en bojotes y cuando lo soltaron, salían cantidad de animales. Y se dijeron, ni dejar, ni llevar.

…¡Hay que avisar a nuestro abuelo Bachaco!

La arriera recomendó recoger y llevar esas conchas, al otro lado del Orinoco. Decía que si quedaba de este lado, volvía a unirse y quedar entero el árbol.

El pobre abuelo Bachaco lo llevo al otro lado del mar. A medida que ellos derrochaban lograron derribarlo. Ese palo cayo para el lado de oriente. Si nos hubiera quedada para este lado, hubiéramos garantizado otra forma de alimentación…

Profesora: ¡Haaaa! Pero si también está de visita nuestro amigo Histori Ando. ¡Amigo Histori! ¿Cómo se topa?

Histori Ando: ¡Yo muy bien! ¿Y ustedes, cómo están?

Niños: ¡Bieeeeen!

Histori Ando: Me complace, escuchar las palabras de seño Tradición. Ella tiene razón en lo que dice. Aquí en los llanos, la agricultura típica, el conuco, fue enseñada por nuestros padres ancestrales.

Niños: uuuuummnnn

Histori Ando: Lo voy a explicar con un ejemplo. Imaginemos, que todo el territorio de los llanos es una gran torta de casabe, si a esa torta, la partimos en cien pedazos iguales, ¿saben cuántos pedazos sirven para ser cultivados?

Niños: Nooooo…

Histori Ando: Solo cinco. Entonces, nuestros padres ancestrales nos enseñaron a sobrevivir, con estos cinco pedazos de torta. Por eso, es que los indígenas protegemos las costas de los ríos, los caños y lagunas, porque en ellas están estos cinco pedazos de torta.

Toñito: Seño tradición, seño tradición, ¿Usted sabe dónde está ubicado el árbol de Kalibernae?

Seño Tradición: Claro que sí, Toñito, en las costas del río Sipapo, que es un afluente del gran río Orinoco.

Niños: Profesora. ¿El amigo Histori, nos puede explicar, qué hacían nuestros antiguos antes que llegaran los españoles?.

Histori Ando: Claro que si niños. Para contestar esta pregunta, me he ayudado de mi amigo Arcoloco. Él ha excavado por estas tierras varios puntos, a los que llama sectores y usa una técnica muy particular. Ubica un sector y lo divide en una cuadricula, de forma horizontal  y vertical. A la horizontal la llama niveles y a la vertical estratos. Barriendo la tierra, es como él sabe la edad de la tierra y lo que los hombres hacían en cada edad.

Niños: ¡Barriendo la tieeeeerrra¡

Histori Ando: Barriendo la tierra. Para esto usa una palita y una escobilla y con mucho cuidado, saca cosas de la tierra, que él llama vestigios del pasado. Estos vestigios los va clasificando por niveles y estratos.  

Toñito: ¿Y qué ha sacado de la tierra el señor Arcoloco?

Histori Ando: No es tanto lo que ha sacado, sino como se ve la madre tierra. Hay unas montañitas que él llama, sistemas de campos elevados. Esas montañitas las hicieron los hombres del pasado.

Niños: ¿Los hombres pueden hacer montañaaaas?

Histori Ando:  Ja, ja, ja. Se llama adaptación al medio.

Histori Ando: Arcoloco, dice, que vivían pequeños grupos que cazaban y recolectaban frutos y que se adaptaban a la sabana con estos montículos para sobrevivir; pues, había periodos de exceso y de falta de agua y de vez, en cuando, los ríos se desbordaban y arrasaban con todo a su paso. Entonces estos hombres, hicieron esas montañitas, como si fueran campamentos.

Niños: ¿Y dónde se ubicaban nuestros antiguos en esa época?

Histori Ando: Arcoloco me ha contado, que las zonas más pobladas eran las del Orinoco Medio, o sea, las que estaban cerca a las playitas de los ríos de aguas claras como el Meta, Apure y Arauca. Por allí, ha encontrado semillas de maíz, por eso, él sabe que estos grupos cultivaban el maíz.

Niños: ¿Y dónde aprendieron nuestros antiguos a elaborar el casabe?

Histori Ando: Arcoloco, una vez, saco un vestigio de sebukán. Y se dio cuenta, que en las zonas menos pobladas, o sea, las playas de los ríos de aguas negras, el Cuchivero, Suapure y Parguaza, el cultivo principal era la yuca amarga para elaborar el casabe.

Histori Ando: Tengo otra amiga, Antrómana, que ha visitado familias de comunidades de estos ríos, quienes basan su dieta en el casabe. Ellos le enseñaron a prepararlo y le contaron, que lo habían aprendido desde épocas inmemorables.

Histori Ando: Antes de la llegada de los españoles, había un mercado entre los distintos pueblos indígenas. Se intercambiaban, por ejemplo; aceite de huevos de tortuga, por plumas de ave y ya existía la quiripa, una concha de caracol, que servía de moneda.

Histori Ando: Arcoloco supone, que en esa época, el nivel socio político era avanzado, pues se sabe, que este comercio llegaba hasta la zona andina. Los Muiscas lograban de la gente del piedemonte llanero, maíz, maní, algodón, yopo, tabaco, aceite, ají, plumas y coca a cambio de vasijas de barro, sal, artesanías en oro y mantas.

Toñito: Mi abuelo dice que cuando llegaron los españoles murió muchísima gente. …

Histori Ando: Eso es cierto Toñito. Lo que pasó, es que en esa época, además de los españoles, llegaron portugueses y esclavos de África, y con ellos, llegaron también, enfermedades propias de esos continentes. La viruela, sarampión, difteria y tos ferina, arrasaron con la población indígena. Pero también la violencia del conquistador conllevo a que murieran muchos. Después fue fácil, someterlos a la esclavitud.

Toñito: ¿Señor Histori, si usted no vivió en esta época, cómo sabe todas estas cosas?

Histori Ando: Cuando los españoles llegaron, trajeron la religión y la cruz para la evangelización. Por eso es que  hoy es tan importante para ustedes el bautizo. Y como venían a ocupar estos territorios para la explotación, trajeron la escritura y todo un sistema de administración. Por los registros notariales que dejaban los corregidores de indios, hoy se sabe, qué pueblos se fundaron y cuántos indígenas había. Por ejemplo; Chámeza, se fundó en 1429, por el cacique de Chámeza y Sámaca, figura en los archivos como población indígena propiamente establecida.  

Toñito: ¿Nuestros abuelos fueron esclavos de los españoles?

Histori Ando: Los portugueses cazaban africanos y les quitaban su libertad, o sea, que los hacían esclavos. Cuando llegaban a América, muchos habían muerto en el trayecto. Por eso, se quiso hacer lo mismo con los indígenas de la selva. Los portugueses del río Negro, recibieron entre 8.000 y 12.000 esclavos indígenas. Esto se sabe, porque lo escribían en sus libros de cuentas. Cuando llegaron los curas se impuso otra cosa. Sobre todo, los Jesuitas, crearon grupos para rescatar al indígena cautivo, para luego, ser llevados a las haciendas ganaderas.

Toñito: ¿Entonces nuestros abuelos fueron trabajadores en las haciendas de los curas?

Histori Ando: No, propiamente. No había un salario. Para que los jesuitas lograran fundar sus haciendas, se aprovecharon de los indígenas de la sabana. Los atraían por medio de la sal y los agruparon, en algo que ellos llamaron reducción. Así, les enseñaron el trabajo de llano, se hicieron sedentarios y adoptaron la religión católica.

Histori Ando: Los jesuitas fueron expulsados en 1767 y la población indígena, antes reducida a vivir en las haciendas, quedó prácticamente en libertad. El indígena más aculturado, se hizo llanero y se dio, a la administración de sus propios rebaños.

Seño Tradición: ¡Esa es la época en la que nos llamaban irracionales y nos cazaban como animales!

Histori Ando: Tiene Usted toda la razón. Después de la expulsión de los Jesuitas, se fueron adentrando colonos a las sabanas, desde la Cordillera Andina, hacia el piedemonte y desde Venezuela, hacia las sabanas de Arauca y Casanare. A ellos les interesaba más que la tierra, lo que había en ella, o sea, el ganado. Al indígena de la selva, se le consideró como una amenaza, por sus cerbatanas y flechas y porque no tenían por costumbre, consumir el ganado. 

Histori Ando: Yo quiero que escuchemos en la reunión del Congreso de las Autoridades Indígenas, las palabras de la señora Sociéloga. A ella la han invitado, para que hable de las ocupaciones más recientes que se han dado en la Orinoquia.

Sociéloga: Hoy en día podemos ver nuevas formas de apropiación y de ocupación. Si vemos en el mapa en Arauca y Casanare, se han consolidado grandes hatos ganaderos y para los departamentos de Meta y Vichada se ha fundado la empresa ganadera y agrícola. Son formas nuevas de apropiación, en la medida, en que se generaron de las bonanzas de las economías de extracción, que empiezan a llegar desde mediados del siglo XIX, como por ejemplo, la explotación de sarrapia, usada en la industria del perfume y confitería. Esto es, lo que conocemos como la apertura de la frontera agraria.

Profesora: Bueno niños. Qué aprendieron el día de hoy.

Niños: !Muchoooo, señorita profesora! Aprendimos, lo que pasaba en otras épocas y que seño tradición, sabe muchas cosas.

Profesora: Y que no es necesario que seño Tradición venga hasta la escuela. A ella gusta sentarse en el fogón a contar sus historias. Esa es la escuela de las comunidades indígenas.

Toñito: Es por eso, que mis papás la consultaban cuando mis hermanitos iban a nacer.

Profesora: Claro, que sí, Toñito. Eso se llama, medicina tradicional. Bueno. Niños. Quiero que se despidan de nuestros nuevos amigos.

Niños: Adiós, seño Tradición. Adiós, amigo Histori.

FIN 

Bueno, eso fue todo. Si te gustó lo que leíste y quieres hacer un apunte, no dudes en escribirlo. Recuerda que si estás en otro país o ciudad y requieres documentación de tipo histórica, mi contacto está iniciando la entrada, ahí me ubicas. Hasta la vista.



TEJIENDO SABERES

     En tu casa investiga:

     ¿Cuáles son las ciencias sociales?
     ¿Qué estudian las ciencias sociales?
     ¿Cómo lo estudian?
     ¿Para qué lo estudian?

     Trae recortes de revistas y material suficiente,
     para elaborar un mural de las ciencias sociales.

 



miércoles, 15 de febrero de 2017

SI LA SELVA PUDIERA HABLAR; DIRÍA: YO SOY CLEMENTE SILVA.

Fanny Ortiz. 2017
fannyortiz997@gmail.com

En anteriores entradas de este blogger se intentó someter un poco a los métodos de la investigación histórica, los personajes más sobresalientes  de la maravillosa novela "La Vorágine". Un personaje centralísimo es Clemente Silva, quien no solo abarca el relato de la segunda parte, sino que, como se trata de mostrar en este ensayo, fue configurado para ser la voz, no solo de quienes sufrieron la esclavitud en las caucherías, sino de la selva misma.

A través de Clemente Silva,  la novela se convierte en una fuerte denuncia social, con un estilo documentalista muy particular para la época. Y en este estilo, este personaje, es una voz testimonial,  construida tal vez, desde la experiencia misma, de quienes vivieron los vejámenes de la esclavitud. Clemente Silva, bien pudo haber sido un cauchero real, con una historia lo suficientemente dramática, como para atrapar la imaginación del novelista, un hombre rebautizado, en honor a la clemencia de la selva, que clama desde sus entrañas, ser escuchada.


“EI lector más privilegiado de La vorágine es el que conoce las intrincadas
estructuras e intenciones de la obra, pero arrincona estos conocimientos para participar en ella plenamente y sentir el entusiasmo y el interés que Rivera quiso disimular”


Esta cita de Richard Ford remite a su ensayo: “El marco narrativo de La Vorágine”, publicado en 1987 y citado por Tomás Camarero, en: “De los lectores y el metalector” de 1991. La pregunta que a uno le asalta de inmediato, es qué fue eso, que Rivera quiso disimular. No iremos al centro de la tesis de Camarero, pues no pretendemos con este ensayo profundizar en el debate teórico. Para lo que nos ocupa, -la configuración de los personajes de la obra, en específico, el personaje Clemente Silva- sintetizare uno de los planteamientos de Camarero con la frase, “El lector se define como una construcción textual” y me arriesgare a invertir la formulación diciendo, que también el autor, -en este caso, Rivera- se define como una construcción textual.

Me explico, adentrarse en la lectura de La vorágine conlleva una problemática para el lector y esto, desde antes de leer la primera página, según, Naele Silva, biógrafo de Rivera, para agosto de 1924 se publicó en el periódico El Espectador de Bogotá, el siguiente anuncio:


La vorágine, novela original de J.E. Rivera. Trata de la vida en Casanare, de las actividades peruanas en La Chorrera y El Encanto y de la esclavitud cauchera en las selvas de Colombia, Venezuela y Brasil. Aparecerá el mes entrante.


Aunque este anuncio es anónimo, Naele Silva, establece la autoría en la persona de Rivera. El problema está, en que cuando se va a la novela hay un intento afanado por documentar el texto, que ahora aparece, como el manuscrito original de Arturo Cova, con un glosario de regionalismos aportados por el editor, que para el caso es José Eustasio Rivera.

Pues bien, el texto inicia con el fragmento de la carta de Arturo Cova, cual  insinuando desde ya, la existencia real del personaje, quien al decir del mismo Rivera, escribió los hechos acaecidos, de los cuales él posee los manuscritos, pero también y esto entre líneas, consintiéndose a sí mismo el lugar de editor en la fatídica aventura y esto último, nos parece que va en la vía de Richard Ford, en la cita mencionada al inicio de este ensayo.

Pero si el autor ha expresado públicamente a través de un periódico local, que el carácter de su escrito es una novela, por qué introducir al lector, a través del pretendido fragmento de la carta de Arturo Cova, por qué suscribir su rubrica en un prólogo, en el que asegura haber arreglado para la publicidad los manuscritos del desafortunado poeta y por qué, presentar el cable del cónsul a manera de epilogo. ¿Carecen de historicidad tales documentos? Yo creo que no. Pero lo que le resta de historicidad, le sobra en intencionalidad. Miremos las palabras del propio Rivera:


Señor Ministro:

De acuerdo con los deseos de S. S. he arreglado para la publicidad los manuscritos de Arturo Cova, remitidos a ese Ministerio por el Cónsul de Colombia en Manaos. En esas páginas respeté el estilo y hasta las incorrecciones del infortunado escritor, subrayando únicamente los provincialismos de más carácter. Creo, salvo mejor opinión de S. S, que este libro no se debe publicar antes de tener más noticias de los caucheros colombianos del Río Negro o Guanía; pero si S. S. resolviere lo contrario, le ruego que se sirva comunicarme oportunamente los datos que adquiera para adicionarlos a guisa de epílogo.

Soy de S. S. muy atento servidor.

JOSE EUSTASIO RIVERA


Pero a guisa de epilogo no aparece más que el desacertado desenlace,


EPILOGO

El último cable de nuestro cónsul, dirigido al señor ministro y relacionado con la suerte de Arturo Cova y sus compañeros, dice textualmente: "Hace cinco meses búscalos en vano Clemente Silva… "Ni rastro de ellos. "¡Los devoró la selva!"


Teniendo en cuenta que La Vorágine se presenta como los manuscritos de un tal Arturo Cova, editados por el novelista José Eustasio Rivera, quien en sus correrías por los Llanos y la Amazonia seguramente se documentó de primera mano con el testimonio oral y tendría acceso a documentación de la época, una posible historicidad, no solo de la carta de Arturo Cova y del cable del cónsul, es para el historiador, como la golosina para el niño y la búsqueda de una huella es casi que obligada, pues bien sigámosle el rastro en la misma novela:


¡Santa Isabel! En la agencia de los vapores dejé una carta para el cónsul. En ella invoco sus sentimientos humanitarios en alivio de mis compatriotas, víctimas del pillaje y la esclavitud, que gimen entre la selva, lejos de hogar y patria, mezclando al jugo del caucho su propia sangre. En ella me despido de lo que fui, de lo que anhelé, de lo que en otro ambiente pude haber sido. ¡Tengo el presentimiento de que mi senda toca a su fin, y, cual sordo zumbido de ramajes en la tormenta, percibo la amenaza de la vorágine! (La Vorágine. Pág. 320)


Dada semejante condición en la que se pone el propio autor, al lector no le queda de otra, que adentrarse por entre un prisma a marca pasos, entre lo real y lo ficticio. Es importante señalar que al decirlo de esta manera, el propio Rivera se ha dado un lugar dentro de la novela, por minúsculo que parezca, hace las veces de editor, es signatario en el prólogo, donde promete respetar hasta las incorrecciones –ortográficas- del poeta, en una especie de segunda parte, continuación, to be continue. Por más medida que sea su participación, se auto otorga una acción al interior de los sucesos de la novela: arreglar para la publicidad los manuscritos de Arturo Cova.

Y son tan bien logradas las maniobras y argucias en su afán por documentar la obra, que lleva al lector a vivir una experiencia desde lo más sensitivo, en una especie de performance de la época.

En 2006, se conocieron los borradores de la versión original de la novela La Vorágine, que fueron donados a la Biblioteca Nacional, por uno de los descendientes de Rivera. Este hallazgo cuenta con tres cuadernos, escritos unas partes, con tinta azul y otras a lápiz ya casi ilegible, con enmendaduras y anotaciones a pie de página y varios documentos sueltos. Al final del segundo cuaderno aparece la siguiente nota, firmada por José Eustasio Rivera.


“Este cuaderno viajó conmigo por todos los ríos de Colombia durante el año 1923, sus páginas fueron escritas en las popas de las canoas y las piedras que me sirvieron de cabecera, sobre los cajones y rollos de cables, entre las plagas y los calores. Terminé la novela en Neiva el 21 de abril de 1924”. José Eustasio Rivera.


Habiéndose encontrado los cuadernos o borradores con los cuales se configuró la novela, hoy es factible aseverar en las intenciones que tendría Rivera, al mostrar lo que mostró y la forma en que lo hizo. Múltiples y reiterativas críticas recayeron sobre el autor y la novela misma, dado, el estilo y pretensión de mostrar los hechos sucedidos en La Chorrera y El Encanto de una forma, afanosamente documentada, que no era conocida en la época. ¿Por qué optar por este estilo?.

La Vorágine, es la gran novela latinoamericana de la tierra o de la selva y es así mismo, la denuncia de los acontecimientos vividos por los caucheros de La Chorrera y El encanto. Como lo plantea Françoise Perus en el ensayo: “De selvas y selváticos”, incorporar en la tradición literaria el ámbito de la realidad natural, social y cultural, puso al lance al novelista, en la búsqueda de un estilo propio, que marcaría un referente o al menos, la necesidad de crear dicho referente.

Y dicho estilo estaba dado desde el mismo momento en que el propio Rivera anuncia su novela, a través de un periódico local, al descubrirse como poseedor de los manuscritos de Arturo Cova y de cierta forma, autentificar su legitimidad mediante un prólogo y un epílogo, que convierten al autor en editor de unos cuadernos llegados de manos del cónsul colombiano en Manaos y finalmente, al anexar tres fotografías, para la edición original de la novela.

El estilo en mención, se basa en una denuncia social, delineada entre hechos históricos como la muerte del gobernador Pulido en 1913, la tiranía del general Tomás Funes y la misma explotación cauchera de La Chorrera y El Encanto, aspectos de la cultura regional tímidamente relatados, una cartografía social muy bien establecida y claro, una estrategia publicitaria muy bien lograda.

Sobre la explotación del caucho que es el tema neurálgico de la novela, el autor se encargó de exponerlo magistralmente en la segunda parte de la novela, a través de la voz del señor de la sel
va, don Clemente Silva, en quien encomienda nada más y nada menos, que recoger los cuadernos en donde Arturo Cova plasmó el memorial de su odisea y llevarlos al cónsul de Manaos.


Don Clemente:
Sentimos no esperarlo en el barracón de Manuel Cardoso, porque los apestados desembarcan. Aquí desplegado en la barbacoa, le dejo este libro, para que en él se entere de nuestra ruta por medio del croquis, imaginado, que dibujé. Cuide mucho esos manuscritos y póngalos en manos del cónsul. Con la historia nuestra, la desolada historia de los caucheros. ¡Cuánta página en blanco, cuánta cosa que no se dijo! Viejo Silva: Nos situaremos a media hora de esta barraca, buscando la dirección del caño Marié, por la trocha antigua. Caso de encontrar imprevistas dificultades, le dejaremos en nuestro rumbo grandes fogones. ¡No se tarde! ¡Sólo tenemos víveres para seis días¡ (La Vorágine. Pág. 324)


Sobre el personaje de Clemente Silva, éste aparece en la novela, como voz protagónica de la segunda parte, una voz decrépita y lamentable como su famélico aspecto, pero con poderosa letanía capaz de atrapar la atención del mosiú y mostrarle lo mísero de la esclavitud.


¿El señor desea tomar alguna fotografía? le pregunte, sí. Estoy observando unos jeroglíficos. -¿Serán amenazas puestas por los caucheros? - Evidentemente: aquí hay algo como una cruz. Me acerqué congojoso, reconociendo mi obra de a puño, desfigurada por los repliegues de la corteza: “Aquí estuvo Clemente Silva." Del otro lado, las palabras Lucianito: Adiós, adiós...“  ¡Ay mosiú, murmuré, esto lo hice yo! y apoyado en el tronco, me puse a llorar.(La Vorágine. Pág. 196)


Tal es la fuerza del personaje, que resuena en la conciencia del mosiú, hasta cambiarle el rumbo a sus propósitos y llevarlo a concebir la idea, de denunciar estos crímenes, primero con sus coterráneos y luego en la región.


"Estos crímenes, que avergüenzan a la especie humana -solía decirme- deben ser conocidos en todo el mundo para que los gobiernos se apresuren a remediarlos." Envió notas a Londres, París y Lima, acompañando vistas de sus denuncias. (La Vorágine. Pág. 196)


No obstante, es en esta parte de la novela en la que hay mayor esfuerzo en Rivera, por mostrar un relato documentado, que en últimas cumpla con la intencionalidad del texto. Sin embargo, es por cuenta de la oralidad propia del entorno, que se logra mayor realismo. De esta manera, las palabras de Clemente Silva, tienen una legitimidad natural, pues resulta ser la voz que denuncia todo el vejamen que significaba para estos hombres, la esclavitud de las caucherías. Quizás, en el imaginario del propio Rivera, la veracidad tenía que ver más con la palabra escrita, con el registro fotográfico  y no, con la oralidad, tal vez, por ello, da a entender que existe un registro fílmico del mosiú, de quien hoy sabemos era el fotógrafo Eugenio Robuchon.


Momentos después, el árbol y yo perpetuamos en la Kodak nuestras heridas, que vertieron para igual amo distintos jugos: siringa y sangre. (La Vorágine. Pág. 196)


Estamos de acuerdo con lo planteado por Christian Elguera Olórtegui, en el ensayo: “Ficción e historia en la representación cauchera de La vorágine y Las tres mitades del Ino Moxo”, “si bien finalmente Arturo Cova nos entrega un resultado escrito, las penurias de los gomeros se transmitieron oralmente, otorgándole un carácter testimonial al discurso. Se trata de personajes que tienen autoridad para hablar: ellos han sufrido las torturas y la esclavitud al verse sometidos a un régimen económico desquiciado”. Clemente Silva los representa a todos, es el pulmón, la fuerza del grito desesperado.

Pero si la voz de Clemente Silva hace las veces, de algo así, como una conciencia colectiva, ¿es posible documentar al personaje?

Recordemos que en la edición Príncipe, el mismo Rivera aporta tres fotografías, aludiendo a la última la figura de Clemente Silva. Para Naele Silva, en esta fotografía se ve con alguna claridad, la palabra Manaos y una cifra 1906, Manaos - 1906, otros autores discrepan en este sentido, dado, lo ilegible y la cortadura en la imagen, eso sí, aclarando que si se trata de una referencia cualquiera, no desmentiría por fuerza mayor, que el fotografiado fuese Clemente Silva. Estoy citando el trabajo de Carlos Páramo, quien en su ensayo: “Cosas de la vorágine. Una guía para viajeros hacia «el vórtice de la nada » comenta, que la fotografía que aparece en la edición Príncipe, pudo haber sido tomada por el geógrafo Eugenio Robuchon –el mosiú de la novela- en 1905, de quien dice, muy seguramente fue asesinado por agentes de Arana.

Si es cierto el paso de Clemente Silva por Manaos en 1905 y un recorrido de vuelta, pasando por Iquitos un año después en 1906, como planteó Páramo, se puede pensar en un posible trato  entre el cauchero y el geógrafo. Es decir, que Rivera tendría la conciencia de los propósitos del fotógrafo en el Putumayo y por qué no, de esta forma, se acercó al testimonio de las penurias de un cauchero retratado en el  lente del fotógrafo, por qué no, pensar en que la fuente usada por Rivera sea el mismísimo Eugenio Robuchon.

Tal vez, Rivera retrata irónicamente al fotógrafo a través de una figura antagónica, cuando  el mosiú remite a Silva a La Chorrera, para que presente quejas por escrito y además las soporta, con  los negativos de su cámara fotográfica, éste solo encuentra el azote y la tortura a manos de un tal Barchillón. No se trata propiamente de un anagrama, pero es un juego de letras bien interesante. Barchillón – Robuchon, que a bien, pudo haber usado Rivera.


Sólo Barchillón se encontraba allí. Apenas leyó el abultado pliego, hizo que me llevaran a su oficina.
-¿Por qué pretende ese aventurero ponerle pauta a nuestro negocio? ¿Quién le otorgó permiso para darlas de retratista? ¿Por qué diablos vive alzaprimándome los peones? (La Vorágine. Pág. 196)


Como no creer en un Clemente Silva real e histórico, vagabundo, andariego y desposeído, en el Iquitos de 1906- 1907. Un cauchero cualquiera, con una historia lo suficientemente dramática como para atrapar la imaginación de un novelista, un hombre rebautizado, en honor a la clemencia de la selva, herida desde sus entrañas. Si nos fiamos por lo que se cuenta en la novela, o por lo que Rivera pone en las palabras de Clemente Silva, es muy posible su estadía en Iquitos. 



El año siguiente fue para los caucheros muy fecunda en expectativas. No sé cómo, empezó a circular subrepticiamente en gomales y barracones un ejemplar del diario La Felpa, que dirigía en Iquitos el periodista Saldaña Roca. Sus columnas clamaban contra los crímenes que se cometían en el Putumayo y pedían justicia para nosotros. Recuerdo que la hoja estaba maltrecha, a fuerza de ser leída, y que en el siringal del caño Algodón la remendamos con caucho tibio, para que pudiera viajar de estrada en estrada, -oculta entre un cilindro de bambú que parecía cabo  de hachuela. (La Vorágine. Pág. 196)


Y era cierto, el nivel de violencia empleado por la casa Arana y su particular forma de someter a indígenas y no indígenas a través de adelantos, que luego, se englobaban, endeudando y sometiendo a la esclavitud, hasta la muerte a estos caucheros, se intentó denunciar aprovechando la coyuntura de la instalación de la Corte Superior de Justicia, en Loreto en 1907. Como se muestra en el ensayo crítico de Frederica Barclay,   “La asociación pro indígena y las atrocidades del Putumayo.  Una misión auto restringida”, “Un periodista local presentó una denuncia ante el juzgado de primera instancia en agosto y pocos meses más tarde la hizo conocer a través de una publicación por entregas aparecida en un periódico local –denominado La Sanción– entre el 3 y el 17 de octubre. A continuación, la denuncia se publicó también en el periódico local La Felpa. La denuncia judicial no prosperó en absoluto y ni las autoridades judiciales ni políticas locales se inmutaron por los testimonios que en detalle había recogido Benjamín Saldaña Roca”.

Aunque la denuncia no prosperó como lo esperaba Saldaña Roca, hizo el eco necesario para que el cauchero común, incluso el menos letrado, supiese que en una latitud no muy lejana, se condenaban las acciones del señor Arana. Y para que los más arrojados, como lo era Clemente Silva, se apropiaran de elementos para su propia argumentación.





El mercado. (Cuento)