lunes, 10 de febrero de 2020

LA ESPADA DE SIMÓN BOLÍVAR DE LA CASA MUSEO QUINTA DE BOGOTÁ

¡Es hora de leer¡



fannyortiz997@gmail.com


El tema de hoy responde a una pregunta que salió del salón de clase. ¿Dónde está la espalda de Bolívar?  las risas nerviosas de mis estudiantes me dan a entender que esperan que me improvise un relato apasionante alrededor de un tema no tan desconocido para ellos. En esos momentos se me pasa preguntarles por cuál de las espadas de Bolívar quieren que les hable. Tal vez, porque doy por sentado que mis estudiantes están pensando en la espalda de la Casa Museo Quinta de Bolívar.


Hoy soy consciente que actúe como el engranaje de una memoria ya perdida. Estaba interesada más que todo en la pregunta, no en la respuesta. Tal vez, me despistó el  hecho de que muchachos que no pasan de los doce años me preguntaran por algo que supuestamente debían desconocer. ¿Cómo es que estos chicos habían heredado el misticismo propio que envolvió el tema de la perdida de la espada de Bolívar las décadas de 1970 a 1990? ¿Qué o quién habría trasmitido la sensación de mística? Creo que internet tiene que ver mucho con esto último.

Han pasado algunos meses, ese día me propuse investigar más a fondo las preguntas de mis estudiantes. De las primeras indagaciones en internet pude inferir que esta espada carecía de memoria en sí misma y que contrario a otras espadas empuñadas por Bolívar, reposaba en en una bóveda fría y de máxima seguridad, como un objeto olvidado y desmembrado de las dignidades que le asisten a sus hermanas; las otras espadas de Bolívar.

 ¿Ahora pienso si mis alumnos me estarían preguntando aquella vez por la historia de una espada o por la historia de un robo? Tal vez el tema si era el robo, pero no el robo de un objeto de museo, sino el robo de la memoria que habría traído consigo tal acontecimiento. No hallaba en aquellos rostros siquiera una cara que demostrará que la figura de Simón Bolívar les era significativa.

Tengo estudiantes empáticos que quieren hablar de la historia de su país, otros se orillan en la controversia, cómo quien trae un sentimiento de culpa, pero busca subsanar su pena con la crítica sin reflexión.  La historia de la espada de la Quinta de Bolívar paso en cuestión de horas a ser la historia de un robo, digno de contarlo en NEFLIX. Pero no les contaré la historia que impone Internet. Esta es una narración desde la memoria. Entendiendo con esto la reflexión que debemos hacer todos alrededor de un pasado común, que nos sitúa en un espacio y en un tiempo para que de igual forma, le aportemos a ese tiempo y ese espacio. Cómo dicen los indígenas de la sierra Nevada de Santa Marta, la memoria es lo que está frente a nosotros.

Pero como verla si frente de nosotros no hay nada. Eso es lo que te hacen pensar, cuando te machacan que no hay futuro, que eso es pelea de tigre con burro amarrado, que eres el peor de la clase, que con esa generación tuya no se hace un caldo. La memoria la tienes al frente tuyo y te está hablando.

Si estamos de cara al pasado, éste se debería presentar tácitamente. Es decir, esos personajes de la historia deberían desfilar frente a nuestros ojos como personas vivientes de carne y hueso. ¿La espada de Bolívar, haría parte de memoria en tal sentido? No. La memoria se presenta ante nosotros de múltiples maneras, está presente en los discursos políticos, en las reclamaciones de las personas, en nuestras actitudes frente a los demás. Es más, aunque la memoria debería ser significativa o importante en nuestra vida. No entenderla así, hace parte de una memoría en sí.

Creo que sobre esto último detendré el análisis sobre la espada, que reposa en la casa museo Quinta de Bolívar. Para ello busqué en internet lo qué se ha escrito sobre la espada. Me llamó mucho la atención que no hay una historia, es más, se afirma que: “la historia de esta espada es más complicada, pues no hay registro alguno sobre ésta o algún tipo de certificación que lo confirme. Ésta fue inventariada por el gobierno de Colombia en 1924” En otras palabras, sabemos que Bolívar nos dejó para la prosperidad nueve espadas, pero justamente una de la que heredamos los colombianos no tiene historia. ¿O es que acaso la historia del robo y cautiverio es la historia de la espada?

Miremos qué pasó en 1974. La espada de Bolívar fue asaltada la noche del 17 de enero de éste año. En la Quinta quedaban dos celadores golpeados, un escrito en una pared, y una carta con la siguiente leyenda:

 Bolívar no ha muerto. Su espada rompe las telarañas del museo y se lanza a los combates del presente. Pasa a nuestras manos. Y apunta ahora contra los explotadores del pueblo.
Los que nos llamarán subversivos, apátridas, aventureros, bandoleros. Y es que para ellos este reencuentro de Bolívar con su pueblo es un ultraje, un crimen. Y es que para ellos su espada libertadora en nuestras manos es un peligro.
Pero Bolívar no está con ellos - los opresores - sino con los oprimidos. Por eso su espada pasa a nuestras manos. A las manos del pueblo en armas. Y unida a las luchas de nuestros pueblos no descansará hasta lograr la segunda independencia, esta vez total y definitiva”. M-19.

Pasarían 17 años hasta que el gobierno de Colombia hizo ver a sus ciudadanos, que la espada descansaba  en las manos protectoras de sus legítimos herederos. O debo decir, seria sentenciada a una paz forzosa para qué ya nunca hozara contagiar a nadie con ideas de rebeldía. Desde entonces la espada reposa en una bóveda de alta seguridad en el Banco de la República. Hay una réplica en la Casa Museo Quinta de Bolívar. Pero nada más.

Serían 17 años de un continuo enfrentamiento entre gobierno y M-19. Pero qué o quiénes eran M-19. ¿Y qué tienen que ver con la pérdida de la memoria de la que hemos hablado?

El asalto de la espada de Bolívar fue precedido por unos anuncios de clasificados que aparecieron en varios periódicos del país con la frase “ya viene M-19”, se anunciaba como un purgante. Ese mismo día en la tarde, es decir, el 17 de enero de 1974, el M-19 se tomaba el Concejo de Bogotá. Estas serían las primeras acciones militares de este grupo. Pero el robo se llevó toda la publicidad. De la toma del Concejo no se dijo nada. ¿Nacía para Colombia un nuevo Bolívar?

M-19, quería decir; movimiento 19 de abril. ¿Se habrían conformado un 19 de abril? No. Está fecha rememoraba el inicio de la lucha por la independencia de Venezuela. ¿Entonces era una guerrilla pro- venezolana? De ninguna manera. El chavismo no había llegado al poder en Venezuela. Cómo decía el panfleto dejado sobre la urna que protegía la espada “Bolívar no ha muerto” Era un movimiento de izquierda que rescataba de la historia la figura de Simón Bolívar. Pero no el héroe de la patria blanco y aristócrata que nos habían enseñado en la escuela.

Entendamos un poco el contexto en el que aparece, la guerrilla del M-19. Quisiera mostrarles una Colombia agitada por el mayo del 1968, por la guerra de Vietnam, o el grupo de rock The Beatles. Pero no, éramos una especie de bárbaros feudales sometidos a una constitución viejísima y legitimada desde la moral cristiano-católica. En lugar de la inspiración que dejaba en otros sitios la rebeldía de la juventud francesa teníamos la apaciguada la vida cotidiana que regía la constitución de 1886.

Esta era la razón por la cual la educación estaba en manos de la iglesia. Es decir, en la escuela aprendías que era lo malo y que era lo bueno, pero desde el punto de vista de la iglesia católica. Claro, teníamos un Ejército Nacional para protegernos. Pero, debías pensar y expresarte de acuerdo a este estatus Quo.

Como buenos hermanos dentro de una sola fe, nos habíamos adjudicado la medio bobadita de nueve guerras civiles, habíamos cedido territorio para darle paso a los nuevos imperialismos. Y como si no bastara nos habíamos entrabado en una guerra de colores políticos y aromas eclesiásticos.

De semejante estado de cosas, no fue raro confundir autoritarismo y benevolencia. El general Gustavo Rojas Pinilla llegó como un salvador a ser presidente de este país durante de 1953 a 1957 después de un golpecito de estado, que supuestamente pondría fin a la violencia bipartidista. A la mujer se le dio el derecho al voto, apareció la televisión y la educación para el obrero, el SENA. El problema estuvo cuando ser y pensar distinto se convirtió en asunto político. Así llegamos a la repartición del poder entre dos partidos tradicionales y la negación del opuesto. El llamado Frente Nacional colapsó en 1970, cuando dudosamente Misael Pastrana ganó la presidencia sobre el candidato de la oposición, el general Gustavo Rojas Pinilla.

El M-19 nació del descontento por las elecciones de 1970. La espada de Simón Bolívar, en poder de este grupo guerrillero, aparecía como la insignia una rebeldía a la colombiana. Y en el imaginario de las personas como una esperanza de renovación.

En 1991 el M-19 que hacia entrega de la espada de Bolívar al gobierno del presidente César Gaviria, no era el M-19 de 1974. Habían entregado sus armas en medio del conflicto, habían fracasado con la toma del Palacio de Justicia y su máximo líder Carlos Pizarro, candidato presidencial había sido asesinado en un atentado de avión.

Ese año varios líderes del M-19, fueron entrevistados para que contarán que había sido de la espada durante esos 17 años de cautiverio. Uno de sus líderes se refería a ella, como un suncho y no por la estética del artefacto, lo de suncho, parecía ser el peso de una conciencia que dictaba que ya no eran tan dignos de empuñar la espada del libertador. ¿Entonces, que se puede inferir de aquello? ¿Los derrotados carecen de memoria?  ¿Es más, parte de la derrota es eliminar la memoria?

La espada de la Casa Quinta de Simón Bolívar tuvo una historia antes del robo y una memoria después del robo. Esta espada la recibió Bolívar a los 15 años en 1798 después de su grado como sub teniente de la escuela militar francesa. Por eso, esta espada cuenta con el escudo real de Francia grabado en hilos de oro. Lo acompaño en las campañas de independencia. Fue la espada que lo acompañó en la asamblea número 70 de mayo de 1819. Es patrimonio de todos los colombianos porque fue con ella que combatió al ejercito realista en el Puente de Boyacá. Pasó a ser uno de los tesoros de Colombia desde que reposó en la casa de Bolívar o Palacio de San Carlos. En 1919, se fundó la Casa Museo Quinta de Bolívar y la espada paso a su custodia. El M-19 la hizo suya, trayendo una luz de esperanza, de renovación y cambio para los colombianos que habían vivido la violencia. Fue entregada en 1991, al presidente Cesar Gaviria quien dio estricta orden de recluirla en una bóveda de cemento, quizás para que no se aspirase nunca más a la rebeldía.


sábado, 9 de noviembre de 2019

LEYENDA MUISCA DEL DORADO


Por: Fanny Ortiz.
fannyortiz997@gmail.com

Laguna de Guatavita. Foto; Fanny Ortiz

¿Quién no ha escuchado hablar del Dorado? Si eres extranjero tal vez llegues a Colombia por el aeropuerto El Dorado y que forma de quedar conectado con el antiguo territorio Muisca. Claro, no encontraras vestigios de una ciudad en piedra, ni pirámides, pero te lo aseguro quedaras impregnado por una atmósfera de imaginarios que te hablan de Bacatá, la antigua ciudad de barro y bareque que dio paso a una leyenda.

Hoy te invitó leer algunas notas escritas por conquistadores y cronistas para que reconocer el rastro de esta hermosa leyenda.

Lo primero que diré es que El Dorado como referente geográfico, es una categoría que se fue construyendo en el mismo sentido en que el mito se iba deconstruyendo. Para el indígena, El Dorado era un príncipe soplado con polvo de oro. Una leyenda nutrida con la fuerza de la tradición. De estas voces es que se nutren las “noticias” de las que hablan los cronistas.


En un principio el español perseguiría a este príncipe dorado, tal vez, con la idea de encontrarle como una estatua de un oro macizo, pero no tardó mucho en entender que había que buscarle en su morada. De ahí que rápidamente El Dorado se convirtiera en un referente de la geografía del sur de América. Aquí una cita de Fernando de Oviedo, cronista de esa época. (Edición de 1959)


“Preguntando yo por qué causa llaman aquel príncipe el cacique o rey dorado, dicen los españoles que en Quito han estado, que de lo que de esto se ha entendido de los indios es que aquel gran señor o príncipe continuamente anda cubierto de oro molido e tan menudo como sal molida. Porque le parece a él que traer otro cualquier atavío es menos hermoso, e que ponerse piezas o armas de oro labradas de martillo o estampas, o por otra manera, es grosería e cosa común, e que otros señores o príncipes ricos las traen cuando quieren. Pero que polvorizarse con oro es cosa peregrina, inusitada e nueva e más costosa, pues lo que se pone un día por la mañana, se lo quita e lava en la noche, e se hecha e pierde en tierra; e esto hace todos los días del mundo… Así que este cacique o rey dicen los indios que es muy riquísimo e gran señor; e que con cierta goma o licor que huele muy bien, se unta cada mañana, e sobre aquella unción asienta e se pega el oro molido o tan menudo como conviene para lo que es dicho, e queda toda su persona cubierta de oro desde la planta del pie hasta la cabeza, e tan resplandeciente como suele quedar una pieza de oro labrada de mano de un grande artífice”


Para entender las palabras de Oviedo debes trasladarte al Perú que vio Francisco de Pizarro. Después de dar muerte al Inca Atahualpa en Piura, expropiar sus tesoros y someter el norte del Tahuantinsuyo, Pizarro plantea adentrarse a la exploración de nuevas tierras, esto porque sus tropas fueron avisadas, que unos príncipes habían huido llevando consigo grandes tesoros. Claro, el origen de este testimonio es incierto.

¿Pero cómo y cuándo se trasmitió semejante noticia? Es difícil de establecer. Los cronistas escribieron décadas después de la llegada de los conquistadores y su fuente, muchas veces se basó en lo que escucharon del indígena, salvo Oviedo, nombrado por Carlos V como primer cronista de Indias. Este hombre no se adentró por las tierras suramericanas, pero recogió en su obra lo que escuchó entre las huestes conquistadoras, sobre todo las de Pizarro. Las palabras de Oviedo, citadas anteriormente se encuentran en la carta enviada al cardenal Pedro Bembo, la cual se fecha así: De esta casa real fortaleza de la ciudad y puerto de Santo Domingo de la Isla Española, a 20 de enero de 1543 años”.

En internet encuentras que fue Belalcázar, miembro de la hueste de Pizarro quien habla del Dorado para referirse al cacique de Guatavita. No es cierto, Oviedo escribe lo que el indígena informó a las tropas conquistadoras, pero  no establece la relación Dorado – Guatavita. Es Fray Pedro Simón quien nos hablara de Guatavita. Oviedo asocia Dorado - Cacique cuando dice, Preguntando yo por qué causa llaman aquel príncipe el cacique o rey doradoCacique es un término del altiplano cundiboyacense, es decir, Oviedo nos está diciendo que en el Perú se le aviso a la tropa de Pizarro de la existencia de un país muy rico al norte, pero nada deja ver qué ese príncipe fuera el cacique de Guatavita.

Oviedo, habría escuchado sendas noticias en Santo Domingo, pues parece que la idea de la existencia de un país en donde el príncipe era soplado con oro molido cada cuanto, era tan importante como la noticia del jugoso botín logrado por Pizarro.

La campaña de Belarcázar al territorio Muisca, se cuajó en la tropa de Pizarro. Otro adentramiento importante fue el que logró  Nicolás de Federmán quien  llegó a Bogotá por el Oriente, pero fue Gonzalo Jiménez de Quesada quién pretendiendo el Perú, conquistó estas tierras.

Ahora bien, Belalcázar llegó a Bogotá en 1539 cuando ya Jiménez había asaltado los templos de Somondoco, Tunja, Sogamoso, Duitama y Bacatá. Jiménez, quien había salido de Santa Marta con la idea hallar el Perú, capturó un botín no menos relevante que el de sus antecesores. En su primera expedición cambia su bitácora en dos oportunidades, la primera a la altura de Barrancabermeja (Tora), cuando decide adentrarse por la cordillera Oriental y en la segunda, a la altura de Duitama porque presencia la magnitud de los Llanos. 

Jiménez no tardó mucho en preguntar por la salida a los Llanos y el indígena menos en lanzarlo al valle de las miserias (Neiva) como una estrategia, para que el español no continuara el saqueo de centros ceremoniales como Tomza Hitcha Guia o laguna del señor de Guatavita. Los cronistas no revelan que Jiménez supiera de Guatavita, pero sí de Manoa. De ahí, el afanoso cambio de ruta en su primera expedición.

Jiménez en vida no vio a Guatavita, tal vez, porque no fue de su interés. Asaltó, secuestró y torturó, con la conciencia de que el indígena mantenía una relación especial con el agua. Así lo muestra la siguiente cita, tomada del Epítome de la Conquista del Nuevo Reino de Granada, atribuido Jiménez. Más, en su mente el Dorado, se relacionaba con la existencia de un lago salado y este era Manoa, en la provincia de la Guyana.

“Tienen muchos bosques y lagunas consagradas en su falsa religión, donde no dejan cortar un árbol ni tomar una poca de agua por todo el mundo. En estos bosques, van también a hacer sus sacrificios y entierran oro y esmeraldas en ellos, lo cual está muy seguro que nadie tocará en ello, porque pensarían que luego se habían de caer muertos; lo mismo es en lo de las lagunas, las que tienen dedicadas para sus sacrificios, que van allí y echan mucho oro y piedras preciosas que quedan pérdidas para siempre. Ellos tienen al sol y a la luna por criadores de todas las cosas y creen de ellos que se juntan como marido y mujer a tener sus ayuntamientos; además  de estos, tienen otra muchedumbre de ídolos los cuales tienen como nosotros acá a los santos, para que rueguen al sol y a la luna por sus cosas; y así los santuarios y templos de ellos está cada uno dedicado al nombre de cada ídolo; además de estos ídolos de los templos, tiene cada indio, por pobre que sea, un ídolo particular y 2 y 3 y más que es a la letra lo que en tiempo de gentiles llamaban lares. Estos ídolos caseros son de oro muy fino y en lo hueco del vientre muchas esmeraldas, según la calidad de que es el ídolo; y si el indio está pobre que no tiene para tener ídolo de oro en su casa, tiénelo de palo y en lo hueco de la barriga pone el oro y las esmeraldas que puede alcanzar; estos ídolos caseros son pequeños y los mayores son como el codo a la mano”


Pero qué tanto vio y escucho Jiménez sobre Tomza Hitcha Guia. Nada, puesto que perseguía al unísono una voz; “Manoa”, que para la época era muy mentado entre los pobladores de Margarita. De este sitio escribe Oviedo para referirse a las palabras que los indígenas le expresaron a Diego de Ordaz en Paria (Venezuela) en 1531, que le habían dado entender que {más allá de la confluencia del Caroní} era cosa muy rica y que se descubrirían grandes secretos la tierra adentro por aquella vía”. Ese gran secreto era Manoa, un lago de agua salada en donde participaba un gran señor, de sendos y riquísimos rituales.

Aunque la existencia de Manoa fue refutada en el siglo XIX, Investigaciones geológicas recientes sugieren que un lago puede haber existido en el norte de Brasil, pero que se secó en algún momento del siglo XVIII. Tanto "Manoa" (lengua Arawak) y "Parima" (lengua caribe) se cree que significa "gran lago".

Hoy la fuente nos habla de la preocupación de Jiménez por buscar una salida al Llano, en su afán por establecer la soñada Gobernación del Dorado. Así lo cuentan los curas frailes que llagaron a Bogotá y Tunja.

Encontramos esta cita de Fray Pedro Aguado quien en 1573 fue nombrado como provincial para el convento de San Francisco en Bogotá, es decir, 35 años después de la llegada de Jiménez, su fuente es el capitán Céspedes de esta tropa. 

Céspedes habría asaltado el templo de Sogamoso o Templo del Sol, seguramente Jiménez vería como muy estratégico que en esta avanzada se le trajera noticias de la Casa del Sol, de la cual, años más tarde Piedrahita aclara que era el sitio de preparación de los jóvenes moxas. Esta distinción se establece muy bien en la revista Maguare, del departamento de Antropología de la Universidad Nacional.

“El Capitán Céspedes con dos guías que tenía, atravesó la cordillera y dio en el valle y buhío de la Casa del Sol. Al que decían llamar de este nombre porque en cierta culata alta tenían puestos unos platos, e patenas de oro que cuando el sol les daba resplandecían y se bebían de muy lejos; y como el capitán Céspedes y los que con él iban entrasen en el bohío y viesen las petacas puestas en lo alto y liadas y  atadas y de gran peso, entendieron y creyeron verdadera- mente que lo que dentro estaba era oro” (Aguado. Edición de1916)

La cita de Aguado relata el asalto al Templo del Sogamoso o Templo del Sol, pero al tiempo una incursión importantísima sobre el piedemonte de los Llanos Orientales. Cosa que en una mente estratégica como la de Jiménez supondría sería está la salida al Dorado por la cordillera Oriental.

Más tarde Fray Pedro Simón relatando la bitácora de Antonio de Berrío, de 1584, es decir 64 años más tarde del asalto al Templo del Sol, la cual retomaría la tercera y fallida expedición de Jiménez al Dorado, habla con puntualidad del aviso que dieron los Laches, sobre la existencia de la Casa del sol y distingue entre la Casa del Sol y el Templo de Sogamoso. Los Laches, indígenas ribereños del piedemonte del Casanare habrían mantenido el comercio de sal con los Muiscas. Esta condición la vería como cosa  favorable Jiménez.


“Tuvieron noticias ciertas de algunos indios llamados los laches, había una casa de adoración tan rica y abundante de oro y así en su fábrica. Por tener los pilares y paredes de ella cubiertos de este metal, como de ofrecimientos que al se hacían que por excelencia la llamaban la Casa del Sol, a donde acudían con ordinarias y ricas ofrendas todos estos indios, de estas dos provincias de tierra fría como adoratorio común, y tanto o más frecuentado que el Sogamoso, y tenido en la mesma o mayor veneración” (Simón. Edición de 1953)


Basándonos en la frase que se le atribuye a Piedrahita, esta palabras referían un sitio ceremonial ubicado en los llanos Orientales, donde sacerdotes Muiscas preparaban a los jóvenes moxas, niños destinados para el sacrificio. En la Casa del Sol o Templo de los Llanos era donde se criaba a los Mojas o jóvenes que ofrecían en sacrificio al sol (Piedrahita. Edición de 1942).

Fray Pedro Simón quien llega a Bogotá 66 años después de Jiménez y de quien es ya conocido es un buen relator de los usos y costumbres indígenas, habla de las lagunas de Guatavita, Iguaque y el mito de la creación de la diosa Batchue. 

Sobre la laguna de Guatavita su relato refiere la ubicación del sitio y aspectos de las creencias indígenas. Del relato que presentamos de Jiménez anteriormente se infiere que el adelantado escribe lo comentado, seguramente entre su tropa, es Fray Pedro Simón el primer occidental en ver Tomza Hitcha Guia.

En partes el más frecuentado y famoso adoratorio fue la laguna que llaman de Guatavita, que está una legua poco más del pueblo que así llamado. Esta laguna tiene mil razones de las que los indios buscaban. Y el demonio pedía para hacer en ella sus ofrecimientos. Porque está en la cumbre de unos muy altos cerros a la parte del norte respecto del pueblo; causase de unas fuentezuelas o manantiales que salen de lo alto del cerro que la sobrepuja. Que manaron por todos como un brazo de agua. Que es la que de ordinario sale de la laguna a poco más. Aunque puede ser que tenga otros manantiales dentro del agua. Que aunque no se ha podido saber por ser tan profunda. La cual no tiene de ancho en redondo. Aunque un poco más aovada más de un tiro largo de piedra; a la redonda subirá por partes el cerro desde el agua. A otro tiro por lo más alto. Porque no están parejas las cumbres. Que las cercan algunos árboles bajos. Como los consiente la frialdad del páramo.

Laguna del cacique Guatavita.
Por Alexander von Humbdot en 1801.

También habla de lo que vieron y escucharon los españoles en el pueblo de Iguaque, acerca de la laguna del mismo nombre, la morada de Batchué;

"Síguese también el levantar ídolos al muchacho que sacó Labaque de la laguna. De la estatura y edad que tenía cuando salieron. Y fue esto de tanta veneración que en alguna parte le hicieron estatua maciza de oro fino. Como la que tenía en el mismo pueblo de Iguaque, viéndose por ventura más obligados a esto que a otros. Por haber sido el pueblo y sitio donde se crio el  muchacho. Se casó y comenzaron a tener hijos. Su casa para las del Santuario. Que estaban cercadas de madera y fagina común. Cerca que hacen estos indios a sus casas por la parte de fuera; aunque estas por la de adentro tenían otra de maderos muy gruesos. Juntos unos con otros. Por las puertas del cercado y buhíos tan flacas. Que no eran más que unas delgadas cañas. Asidas con cordeles de cabuyas. Comenzando a mirar la primera casa donde vio ofrendas al santuario. Y puestas por orden en barbacoas más de tres mil mantas de algodón finas y bien hechas. En la segunda donde vido una inmensa riqueza de oro fino en pedazos de barras. Tejos y cintillos de los que ellos hacen sus ofrecimientos. Con figuras de hombres. Aves. Sierpes y otras sabandijas. Algo de esto puesto en petacas sobre barbacoas. Y en adoretes entre pajas. Pero lo que más le admiró fue una figura de un muchacho de hasta tres años. Puesto en pie. De oro macizo. Y una piedra de moler maíz del tamaño de las comunes que usan los indios. Que suelen pesar tres o cuatro arrobas. Con su mano (que llaman) todo del mismo oro macizo. Como se echó de ver. (Simón. 1953: II: 280•281).

Termino diciendo que la leyenda aunque nacida de un interés tan material como era buscar ese Dorado, nos deja un gran acervo en cuanto a los que se refiere a nuestra identidad como colombianos, como cundinamarqueses y como bogotanos. Como dije al principio, es inevitable no sentir ese halo mágico que se respira por entre los rezagos de la Bacatá de nuestros ancestros. 



















































































































































































sábado, 31 de agosto de 2019

LAS PALABRAS MÁS RARAS DE LA VORÁGINE, LO QUE RIVERA TE HACE GOOGLEAR

Leer La Vorágine, puede ser todo un reto. Rivera, uso muchas expresiones propias de la región de la Orinoquia, lo que hace que la lectura resulte compleja. Además, la novela está escrita con un lenguaje antiguo y muy rico, típico del siglo XIX, lo que puede dificultar la comprensión, sobre todo para los lectores jóvenes. Por eso, este texto busca ayudarte a entender mejor esas palabras y disfrutar más la obra.

Al final, La Vorágine no es solo una historia sobre la selva y el caucho, sino también sobre el poder del lenguaje para arrastrarnos, atraparnos y hacernos parte de su furia. Si logras entender sus palabras, te habrás abierto paso entre la maleza. Y entonces ¡habrás sobrevivido a La Vorágine como lector!

Aquí te dejo un listado de 35 palabras que conservan el estilo y la riqueza del lenguaje Riveriano. Para definirlas me base en el Diccionario de la Real Academia española (RAE) procurando mantener su sentido original en el contexto de La Vorágine. Las líneas citadas provienen directamente del manuscrito, el cual, no siempre coincide con las versiones editadas en circulación.

Es importante destacar que el manuscrito se encuentra resguardado en el repositorio de la Biblioteca Nacional de Colombia, en la ciudad de Bogotá. 

Abrevar: dar de beber, principalmente al ganado.

{…} Habianla llevado al pastoreo vespertino, de gramales profusos y charcas inmóviles, donde, al abrevarse, borraban con sus belfos la imagen de alguna estrella crepuscular {…}

Alazán: color marrón claro con un tono rojo, como el de la canela.
{…} Y sin esperar que le respondiera, miedoso de la perrada, saltó a la grupa de mi alazán, abrazándome {…}

Apear: desmontar o bajar a alguien de una caballería, de un carruaje o de un automóvil.
{…} El hombre apeándose a corta distancia avanzó con un bastoncillo tírales en la mano {...}

Áulicos: de la corte o el entorno humano de palacio, o relacionado con ellos.
{…} les vendían licor los áulicos de Barrera {…}

Azoque: acción y efecto de azocar las pajas del sombrero de jipijapa.
{…} Piensen ustedes que yo temblaba como azoque {...}

Azorar: dicho de un azor: asustar, perseguir o alcanzar a otras aves.
{…} El peón que envié a Bogotá a caza de noticias, me las trajo azorantes {...}

Bagatelas: cosa o asunto de poco o ningún valor, insignificante, de escasa importancia.

{…} Así fueron comprando bagatelas por dos o tres pesos {…} 

Batahola: bulla, ruido grande.
{…} Desperté con desmayada dolencia a los gritos que daba el dueño del hato, reprendiendo a la peonada indolente que no quiso salvarlo de la batahola {…}

Birlar: hurtar algo sin intimidación y con disimulo.
{…} Alarmado el vejete ante el riesgo de que le birlara la prenda, multiplicó las cuantiosas dadivas y estrechó el asedio {…}

Camorra: bronca, pelea.
{…} Nada, si más hay camorra, porque el guate los amenazó, cachi blanco en mano {…}

Cataplasma: tópico de consistencia blanda, que se aplica para varios efectos medicinales, y más particularmente el que es calmante o emoliente.
{…} La lavaron en aguardiente y antes de extenderle la cataplasma, el viejo, con unción ritual exclamo: pongan fé porque la voy a rezá {…}

Cuadril: cadera, parte saliente de la pelvis.
{…} La niña Griselda pasó (a=una vez) cerca de mi chinchorro y con mano cómplice la cogí del cuadril {…}

Estulticia: necesidad, tontería.
{…} Acaso por irreflexivo consentimiento del público que me contagiaba su estulticia {…}

Fofas: que es blando, sin consistencia ni tersura.
{…} Admirado yo, observaba al hombruco, de color terroso, mejillas fofas y amoratados labios {...}

Fullero: que hace fullerías. Adj mentiroso.
 {…} -Mamá, dijo, ¿cuál fue el fullero que llevó al hato el chisme de la mercancía? {…}

Glauco: dj. Dicho de un color: verde claro.
{…} Hasta tuve deseos de confinarme para siempre en esas llanuras fascinadoras, viviendo con Alicia en una casa risueña, que levantaría con mis propias manos a la orilla de un caño de aguas opacas, o en cualquiera de esas colinas minúsculas y verdes donde hay un pozo glauco al lado de una palmera yesca {…}

Grima: desazón, disgusto.
{…} Seducían ahora tantas cosas en Casanare que daba grima pensar en lo que llegaría a convertirse esa privilegiada tierra {…}

Himplar: intr. Dicho de una onza o de una pantera: Emitir su voz natural.
{…} Y otra vez nos alejamos por el desierto oscuro, donde comenzaban a himplar las panteras {…}

Ijada: cualquiera de las dos cavidades simétricamente colocadas entre las costillas falsas y los huesos de las caderas.
{…} Y de los ijares convulso, del polvo pisoteado y de los relinchos rebeldes ascendía un halito equívoco de alegría, de fuerza y brutalidad {...}
{…} Franco sentosele  en el ijar y cogiéndolo por la cabeza le dobló el cuello sobre la espalda {…}

Libérrimo: adj, ant de libre (Página 2)
{…} seguro de que saldría ileso de las pampas libérrimas {…}

La Vorágine. Manuscrito. BNC 


Mohín: mueca o gesto
{…} La niña Griselda con mohín amargo permaneció muda {…}



La Vorágine. Manuscrito. BNC 

Nimbo: disco luminoso de la cabeza de las imágenes religiosas.
{…} Cuando la conocí me dio la impresión de una niña apasionada y ligera. Ahora llevaba el nimbo de su pesadumbre digna y sombríadamente {…}

Piélago: zona del mar que comprende prácticamente su totalidad, a excepción de las orillas y el fondo.
{…} Idiotizado contemplaba el piélago asolador sin darme cata del peligro; mas cuando vi que Franco se alejaba de aquellos lares maldiciendo la vida, clamé que nos arrojáramos a las llamas {…}

Quídam: sujeto despreciable y de poco valor, cuyo nombre se ignora o se quiere omitir.
{…} Era un quídam semicano y rechoncho vestido de kaki, de bigotes ariscos y vinosa catadura {…}

La Vorágine. Manuscrito. BNC 


Refocilar: dicho propiamente de algo que calienta y da vigor.
{…} En el caney los vaqueros vigilaban amarrados sobre perchas, los gallos de riña, y en el suelo refocilábanse perros y lechones {…}


Remolón: que intenta evitar el trabajo o la realización de alguna otra cosa.
{…} ella en achaques de botá el anzuelo anda remolona con la curiara {…}

Samán: árbol americano de la familia de las mimosáceas muy corpulento y robusto.
{…} Los hombres se apearon y con las mismas cerdas que les servían de rendaje amarraron los trotones bajo el samán {…}

Vahído: desvanecimiento, turbación breve del sentido por alguna indisposición.
{…} Presa del pánico Alicia se reclinó temblorosa bajo el mosquitero tuvo vahídos pero aplacó las náuseas {…}

Vesánico: demencia, locura, furia.
{…} Luego  en el delirio vesánico me eché a reír {...}

Tasajo: 1. Pedazo de carne seco y salado o asesinado para que se conserve. 2. Tajada de cualquier carne, pescado e incluso fruta.
{…} Sentábase en el chinchorro a mascar tabaco, royéndolo de una rosca que parecía tasajo reseco, e inundaba el piso de salivazos {…}

Trémulo: que tiembla.
{…} más el anciano inexorable y esquivo se retiraría a sus aposentos, trémulo de emoción {...}


Las palabras también son selváticas y entenderlas es el primer paso para no perderse en ellas. Si este artículo te ayudó a entender mejor La Vorágine, te invito a seguir explorando conmigo. Suscríbete al blog, comparte si te gustó y no olvides: cada libro es una aventura que empieza con una palabra. 😤


El mercado. (Cuento)