lunes, 10 de febrero de 2020

LA ESPADA DE SIMÓN BOLÍVAR DE LA CASA MUSEO QUINTA DE BOGOTÁ

¡Es hora de leer¡



fannyortiz997@gmail.com


El tema de hoy responde a una pregunta que salió del salón de clase. ¿Dónde está la espalda de Bolívar?  las risas nerviosas de mis estudiantes me dan a entender que esperan que me improvise un relato apasionante alrededor de un tema no tan desconocido para ellos. En esos momentos se me pasa preguntarles por cuál de las espadas de Bolívar quieren que les hable. Tal vez, porque doy por sentado que mis estudiantes están pensando en la espalda de la Casa Museo Quinta de Bolívar.


Hoy soy consciente que actúe como el engranaje de una memoria ya perdida. Estaba interesada más que todo en la pregunta, no en la respuesta. Tal vez, me despistó el  hecho de que muchachos que no pasan de los doce años me preguntaran por algo que supuestamente debían desconocer. ¿Cómo es que estos chicos habían heredado el misticismo propio que envolvió el tema de la perdida de la espada de Bolívar las décadas de 1970 a 1990? ¿Qué o quién habría trasmitido la sensación de mística? Creo que internet tiene que ver mucho con esto último.

Han pasado algunos meses, ese día me propuse investigar más a fondo las preguntas de mis estudiantes. De las primeras indagaciones en internet pude inferir que esta espada carecía de memoria en sí misma y que contrario a otras espadas empuñadas por Bolívar, reposaba en en una bóveda fría y de máxima seguridad, como un objeto olvidado y desmembrado de las dignidades que le asisten a sus hermanas; las otras espadas de Bolívar.

 ¿Ahora pienso si mis alumnos me estarían preguntando aquella vez por la historia de una espada o por la historia de un robo? Tal vez el tema si era el robo, pero no el robo de un objeto de museo, sino el robo de la memoria que habría traído consigo tal acontecimiento. No hallaba en aquellos rostros siquiera una cara que demostrará que la figura de Simón Bolívar les era significativa.

Tengo estudiantes empáticos que quieren hablar de la historia de su país, otros se orillan en la controversia, cómo quien trae un sentimiento de culpa, pero busca subsanar su pena con la crítica sin reflexión.  La historia de la espada de la Quinta de Bolívar paso en cuestión de horas a ser la historia de un robo, digno de contarlo en NEFLIX. Pero no les contaré la historia que impone Internet. Esta es una narración desde la memoria. Entendiendo con esto la reflexión que debemos hacer todos alrededor de un pasado común, que nos sitúa en un espacio y en un tiempo para que de igual forma, le aportemos a ese tiempo y ese espacio. Cómo dicen los indígenas de la sierra Nevada de Santa Marta, la memoria es lo que está frente a nosotros.

Pero como verla si frente de nosotros no hay nada. Eso es lo que te hacen pensar, cuando te machacan que no hay futuro, que eso es pelea de tigre con burro amarrado, que eres el peor de la clase, que con esa generación tuya no se hace un caldo. La memoria la tienes al frente tuyo y te está hablando.

Si estamos de cara al pasado, éste se debería presentar tácitamente. Es decir, esos personajes de la historia deberían desfilar frente a nuestros ojos como personas vivientes de carne y hueso. ¿La espada de Bolívar, haría parte de memoria en tal sentido? No. La memoria se presenta ante nosotros de múltiples maneras, está presente en los discursos políticos, en las reclamaciones de las personas, en nuestras actitudes frente a los demás. Es más, aunque la memoria debería ser significativa o importante en nuestra vida. No entenderla así, hace parte de una memoría en sí.

Creo que sobre esto último detendré el análisis sobre la espada, que reposa en la casa museo Quinta de Bolívar. Para ello busqué en internet lo qué se ha escrito sobre la espada. Me llamó mucho la atención que no hay una historia, es más, se afirma que: “la historia de esta espada es más complicada, pues no hay registro alguno sobre ésta o algún tipo de certificación que lo confirme. Ésta fue inventariada por el gobierno de Colombia en 1924” En otras palabras, sabemos que Bolívar nos dejó para la prosperidad nueve espadas, pero justamente una de la que heredamos los colombianos no tiene historia. ¿O es que acaso la historia del robo y cautiverio es la historia de la espada?

Miremos qué pasó en 1974. La espada de Bolívar fue asaltada la noche del 17 de enero de éste año. En la Quinta quedaban dos celadores golpeados, un escrito en una pared, y una carta con la siguiente leyenda:

 Bolívar no ha muerto. Su espada rompe las telarañas del museo y se lanza a los combates del presente. Pasa a nuestras manos. Y apunta ahora contra los explotadores del pueblo.
Los que nos llamarán subversivos, apátridas, aventureros, bandoleros. Y es que para ellos este reencuentro de Bolívar con su pueblo es un ultraje, un crimen. Y es que para ellos su espada libertadora en nuestras manos es un peligro.
Pero Bolívar no está con ellos - los opresores - sino con los oprimidos. Por eso su espada pasa a nuestras manos. A las manos del pueblo en armas. Y unida a las luchas de nuestros pueblos no descansará hasta lograr la segunda independencia, esta vez total y definitiva”. M-19.

Pasarían 17 años hasta que el gobierno de Colombia hizo ver a sus ciudadanos, que la espada descansaba  en las manos protectoras de sus legítimos herederos. O debo decir, seria sentenciada a una paz forzosa para qué ya nunca hozara contagiar a nadie con ideas de rebeldía. Desde entonces la espada reposa en una bóveda de alta seguridad en el Banco de la República. Hay una réplica en la Casa Museo Quinta de Bolívar. Pero nada más.

Serían 17 años de un continuo enfrentamiento entre gobierno y M-19. Pero qué o quiénes eran M-19. ¿Y qué tienen que ver con la pérdida de la memoria de la que hemos hablado?

El asalto de la espada de Bolívar fue precedido por unos anuncios de clasificados que aparecieron en varios periódicos del país con la frase “ya viene M-19”, se anunciaba como un purgante. Ese mismo día en la tarde, es decir, el 17 de enero de 1974, el M-19 se tomaba el Concejo de Bogotá. Estas serían las primeras acciones militares de este grupo. Pero el robo se llevó toda la publicidad. De la toma del Concejo no se dijo nada. ¿Nacía para Colombia un nuevo Bolívar?

M-19, quería decir; movimiento 19 de abril. ¿Se habrían conformado un 19 de abril? No. Está fecha rememoraba el inicio de la lucha por la independencia de Venezuela. ¿Entonces era una guerrilla pro- venezolana? De ninguna manera. El chavismo no había llegado al poder en Venezuela. Cómo decía el panfleto dejado sobre la urna que protegía la espada “Bolívar no ha muerto” Era un movimiento de izquierda que rescataba de la historia la figura de Simón Bolívar. Pero no el héroe de la patria blanco y aristócrata que nos habían enseñado en la escuela.

Entendamos un poco el contexto en el que aparece, la guerrilla del M-19. Quisiera mostrarles una Colombia agitada por el mayo del 1968, por la guerra de Vietnam, o el grupo de rock The Beatles. Pero no, éramos una especie de bárbaros feudales sometidos a una constitución viejísima y legitimada desde la moral cristiano-católica. En lugar de la inspiración que dejaba en otros sitios la rebeldía de la juventud francesa teníamos la apaciguada la vida cotidiana que regía la constitución de 1886.

Esta era la razón por la cual la educación estaba en manos de la iglesia. Es decir, en la escuela aprendías que era lo malo y que era lo bueno, pero desde el punto de vista de la iglesia católica. Claro, teníamos un Ejército Nacional para protegernos. Pero, debías pensar y expresarte de acuerdo a este estatus Quo.

Como buenos hermanos dentro de una sola fe, nos habíamos adjudicado la medio bobadita de nueve guerras civiles, habíamos cedido territorio para darle paso a los nuevos imperialismos. Y como si no bastara nos habíamos entrabado en una guerra de colores políticos y aromas eclesiásticos.

De semejante estado de cosas, no fue raro confundir autoritarismo y benevolencia. El general Gustavo Rojas Pinilla llegó como un salvador a ser presidente de este país durante de 1953 a 1957 después de un golpecito de estado, que supuestamente pondría fin a la violencia bipartidista. A la mujer se le dio el derecho al voto, apareció la televisión y la educación para el obrero, el SENA. El problema estuvo cuando ser y pensar distinto se convirtió en asunto político. Así llegamos a la repartición del poder entre dos partidos tradicionales y la negación del opuesto. El llamado Frente Nacional colapsó en 1970, cuando dudosamente Misael Pastrana ganó la presidencia sobre el candidato de la oposición, el general Gustavo Rojas Pinilla.

El M-19 nació del descontento por las elecciones de 1970. La espada de Simón Bolívar, en poder de este grupo guerrillero, aparecía como la insignia una rebeldía a la colombiana. Y en el imaginario de las personas como una esperanza de renovación.

En 1991 el M-19 que hacia entrega de la espada de Bolívar al gobierno del presidente César Gaviria, no era el M-19 de 1974. Habían entregado sus armas en medio del conflicto, habían fracasado con la toma del Palacio de Justicia y su máximo líder Carlos Pizarro, candidato presidencial había sido asesinado en un atentado de avión.

Ese año varios líderes del M-19, fueron entrevistados para que contarán que había sido de la espada durante esos 17 años de cautiverio. Uno de sus líderes se refería a ella, como un suncho y no por la estética del artefacto, lo de suncho, parecía ser el peso de una conciencia que dictaba que ya no eran tan dignos de empuñar la espada del libertador. ¿Entonces, que se puede inferir de aquello? ¿Los derrotados carecen de memoria?  ¿Es más, parte de la derrota es eliminar la memoria?

La espada de la Casa Quinta de Simón Bolívar tuvo una historia antes del robo y una memoria después del robo. Esta espada la recibió Bolívar a los 15 años en 1798 después de su grado como sub teniente de la escuela militar francesa. Por eso, esta espada cuenta con el escudo real de Francia grabado en hilos de oro. Lo acompaño en las campañas de independencia. Fue la espada que lo acompañó en la asamblea número 70 de mayo de 1819. Es patrimonio de todos los colombianos porque fue con ella que combatió al ejercito realista en el Puente de Boyacá. Pasó a ser uno de los tesoros de Colombia desde que reposó en la casa de Bolívar o Palacio de San Carlos. En 1919, se fundó la Casa Museo Quinta de Bolívar y la espada paso a su custodia. El M-19 la hizo suya, trayendo una luz de esperanza, de renovación y cambio para los colombianos que habían vivido la violencia. Fue entregada en 1991, al presidente Cesar Gaviria quien dio estricta orden de recluirla en una bóveda de cemento, quizás para que no se aspirase nunca más a la rebeldía.


El mercado. (Cuento)