viernes, 30 de junio de 2017

SOY EL CÓNDOR

Fragmento del libro "Colombia, mi abuelo y yo"

En la anterior entrada de este blogger reseñamos el libro de Pilar Lozano: "Colombia, mi abuelo y yo" dada la importancia que tiene para la enseñanza de la geografía física de Colombia. Hoy colgamos un fragmento del mencionado libro, a manera de herramienta pedagógica. En él se describe el sistema montañoso de los Andes, y particularmente los ecosistemas de páramos, tan fundamentales para la humanidad, por ser reserva de agua y nacedero de ríos muy importantes. Esta geografía es contada, melancólicamente, por el señor de los Andes, un cóndor anciano, que en sueños, le habla a papá Sesé.

-Soy el cóndor, el ave reina de los Andes. Todas las aves me respetan. Pero estoy cansado de huir de los hombres. Muchos creen que soy malo, que causo daño al ganado. Casi nunca cazo un ser vivo. Vivo de comer animales muertos.

-Sé que piensas que conozco los Andes y todos sus secretos. Tienes razón. He recorrido una a una sus arrugas. Son profundas, así como las mías...! Ah!, y tengo otro secreto: me gusta escuchar a los hombres sencillos cuando hablan, por eso sé muchas cosas...

-Te voy a contar sobre mis amigos, los indígenas. Ellos son los que más me quieren. Yo también los quiero a ellos. Sobre todo porque me respetan y jamás me atacan. Por eso, los cóndores construimos casi siempre nuestros dormideros en la tierra de los guambianos y paeces del Cauca, en las montañas que rodean el valle de Sibundoy, en el Putumayo. Allí los indígenas inganos se visten como nosotros, con ruanas negras y collares de chaquiras blancas alrededor del cuello. Una vez les escuché decir: "andamos vestidos al estilo cóndor".

-Al norte de Sibundoy hay un gran volcán. Junto a otros seis volcanes y 50 lagunas, forman un hermoso parque. La región es un pequeño paraíso. La montaña parece entapetada con terciopelo verde. Al volcán lo bautizaron los indígenas con el nombre de Puracé, que en su idioma quiere decir "montaña de fuego". Allí nace el río Tan, pero tan accido que lo llaman Vinagre.

-Este parque - también se llama Puracé-, es muy quebrado por lo montañoso. Sé que los colombianos lo estiman mucho, porque allí está el macizo Colombiano, donde nacen cuatro ríos muy importantes: el Magdalena, el Cauca, el Patía y el Caquetá.

-¿Ahora quieres que te hable de mi vida? Cuando estaba pequeño me gustaba volar sobre Nariño. Iba siempre acompañado de dos o tres cóndores niños. !Era muy divertido jugar allí!. La cordillera daba la impresión de estar cubierta de una colcha de retazos. Desde arriba veíamos miles y miles de cuadritos de diferentes colores.

A veces apostábamos a contar cuántos cuadritos tenía cada montaña. Otras jugábamos, desde el aire, algo perecido a la golosa que juegan los niños en las calles. Ahora sé que los campesinos de Nariño son muy pobres y que por eso sólo alcanzan a cultivar retacitos de fique, retacitos de papa y cebada...

-Jugábamos también en el valle de Cocora, en el Quindío. Apostábamos carreras, en el aire, haciendo zigzag en medio de los bosques de palmas de cera. Las palmas son tan altas como un edificio de veinte pisos y tan delgadas y erguidas que parecen flechas lanzadas desde arriba. Con sus penachos le hacen cosquillas al cielo.

-Cuando estoy triste y melancólico, porque los cóndores también somos románticos, vuelo hasta encontrar, en Antioquia, una montaña repleta de orquídeas. ! En un solo árbol hay hasta 45! Es un parque natural, donde en medio del jardín de orquídeas he visto corretear al oso de anteojos. !Pobre, yo sé cómo lo persigue el hombre con sus escopetas!

-Cuando me siento así, romántico, el ruido del agua que cae me hace mucho bien. Entonces cierro mis ojos para escuchar las cascadas.

-Tengo mis caídas de agua preferidas: la cascada del río Sequetá, en Norte de Santander, el salto de Candelas, en la cordillera Oriental, cerca de Sogamoso y, el salto de Tequendama, no lejos de Bogotá.

-Un abuelo de mi abuelo, un cóndor real que media más de tres metros de la punta de un ala a la otra, voló a lo largo de los Andes. Desde la Patagonia hasta Venezuela. De eso hace centenares de años. Él contaba que entonces no existían ciudades en las montañas. Sólo había un pueblo sagrado en el Perú: Machu Picchu, una aldea de piedra construida por los incas.

-En Colombia, hasta hace 50 años, no había más que pueblos y ciudades pequeñas en la región andina. Pero después de 1950 allá abajo, entre las cordilleras, algunos puntos comenzaron a agrandarse. En aquellos tiempos yo los veía como puntos rojos. Era por el color de las tejas de barro de los techos. Luego, los puntos se volvieron grises y ahumados por los edificios y las fábricas. Las más habitadas son: Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga, Cúcuta, Manizales, Pereira, Armenia, Ibagué, Tunja, Neiva, Palmira.

-Volar sobre la nieve me llena de paz. No sé cuál de los nevados que conozco me gusta más. El Quindío, el Tolima, el Santa Isabel o el Ruíz. Están muy juntos, en la cordillera central. Por eso llaman a esta zona el parque de los nevados. Cerca, hacia el sur, se halla el nevado del Huila.
-! Es tan hermoso ver la cumbre cubierta de nieva! !Hace tanto frío allá arriba! Las gotas de agua en vez de volverse lluvia se convierten en nieve.

-También "correteo" sobre la Sierra Nevada del Cucuy en la cordillera Oriental, en territorio de Boyacá, Casanare y Arauca. Vuelo bien alto y luego bajo en picada sobre cada una de las crestas de nieve. Son 22 en total. Otras veces me miro en sus bellas lagunas. Las hay de muchos colores: azules. Está rodeada de montañas grises salpicadas de escarcha y de frailejones de penacho amarillo.

-Me agrada ver los caminos que los hombres han trazado por esta montaña. Cerca de allí, en el páramo de Pisba, por uno de estos caminos, subieron los llaneros con el ejército libertador a pelear contra las tropas españolas en los campos de Boyacá.

-Algunos días prefiero seguir el camino de los ríos. Si elijo el Magdalena, busco en el macizo colombiano la pequeña laguna del mismo nombre, donde el río nace, y empiezo el vuelo. Al comienzo viajo en medio del páramo y de un estrecho por donde la corriente de agua baja de la montaña. Luego, vuelo sobre los valles fértiles y cultivados del Huila y un poco más allá de Neiva, recostado sobre la cordillera oriental, le echo un vistazo al desierto de la Tatacoa. Bueno, no es un desierto propiamente dicho sino un bosque seco tropical. Es un sitio mágico, de formaciones rojas y grises, donde pocas familias pastorean cabras.

-Más allá de la Dorada, el paisaje cambia. Abunda la selva malsana y pantanosa. En este tramo -el Magdalena medio-, existe un sitio que quiero mucho. Es Cantagallo, pueblo y ciénaga, cerca de Barrancabermeja, ese centro petrolero, lleno de pozos, chimeneas y tanques enormes. En Cantagallo tengo dos amigas secretas. Se llaman Taba y Florentina. Son pescadoras. Ellas no me conocen, ni siquieras me imaginan ... Pero yo las saludo en secreto desde el aire.

-Cuando las veo me detengo y doy vueltas entre las nubes sólo para mirarlas. Me encanta ver como reman en sus canoas y lanzan sus atarrayas, para atrapar los peces de la ciénaga. Nunca me he atrevido a bajar por el pescado que a veces dejan en las orillas. ! Temo asustarlas!

-También me gusta volar sobre el río Patía. Es un río obstinado. Nace en la cordillera Central, en medio de apretadas montañas. Alguien le debió hablar del mar y sólo por conocerlo se atrevió a romper la cordillera Occidental. Así se labró su propio camino hacia el océano: el imponente cañón del Patía.

-Cuando tengo ganas de realizar largas travesías, sobrevuelo la cordillera Oriental. !Es tan larga! Mide 1.200 kilómetros. Paso por los trigales de los valles de Bogotá, Ubaté y Chiquinquirá y por los páramos de Sumpaz y de Pisba. Me llaman muchos la atención los campesinos boyacenses con sus ruanas y sus sombreros y, las largas trenzas de sus mujeres.

-Ya en territorio de Santander me hundo en el cañón de Chicamocha !el surco más profundo de Colombia! Sólo veo montañas áridas al lado y lado y muchos cactus. Mi viaje termina muy al norte, en la serranía de los Motilones. Allí en medio de la jungla, en pueblitos hechos de cemento y tejas de cinc, viven unos indígenas que hace años fueron grandes guerreros.

-Pero no todos los días del año puedo volar. En los días lluviosos, cuando el cielo está cargado de nueves y no hay vientos que me ayuden a elevarme, me quedo en mi cueva, al lado de los paeces y los inganos.

-Bueno, ya me marcho. Pero antes te contaré otro secreto. ¿Sabes por qué tengo mis alas manchadas de blanco en las puntas?

-Ocurrió hace muchos años... Uno de mis antepasados llevó a un niño de viaje sobre su lomo. Quería mostrarle cómo es el mundo desde arriba. Pero voló tan alto, que llego junto al Sol y el Sol quemó las puntas de sus alas.

El mercado. (Cuento)