Tenia catorce años cuando leí La Vorágine y al cerrar este maravilloso libro supe lo que quería estudiar. Me gradué como historiadora, guiada por el deseo de navegar por los archivos oficiales, sino también por las voces que sobreviven en los relatos orales. En las páginas de Rivera descubrí no sólo mi vocación, también mi propia vorágine.Hay libros que nos obligan a mirar más allá de la superficie, que nos enfrentan a realidades que desconocemos o que preferimos ignorar. La Vorágine es uno de esos libros. Convencida del valor que tiene esta obra como fuente históriaca, mis primeras lecturas estuvieron guiadas por la busquedad de todo elemento que diera cuenta de la historicidad del texto. Hoy, siendo una lectora mas madura me apasiona el relato que los colombianos hemos construido al rededor del texto y sus personajes.
Por esta razón leer La Vorágine, es leernos a nosotros mismos, porque vemos un Arturo Cova, un Barrera o un don Rafa en la propia idiosincracia. Hoy los invito a que se acerquen a sus páginas con ojos atentos, no solo para descubrir lo que Rivera escribió, sino para reconocer la colombianeidad de la obra a través de cinco de sus personajes.
Te invito a recrear un poco la novela con el trabajo del grupo teatro tierra.
ARTURO COVA: ENTRE LOS RELATOS Y DOCUMENTOS DEL PASADO
En la novela el personaje central es la selva y Arturo Cova su doliente. Según el biógrafo de Rivera, Naele Silva, el personaje se habría inspirado en la figura Luis Franco Zapata, a quien Rivera conocería en sus primeras visitas a Orocue. Las historias que Luis Franco junto con su esposa habría de contarle a Rivera, darían pie para configurar una de las escenas importantes de la novela. La huida al llano de Arturo y Alicia, para salvarla de un matrimonio obligado.
Luis Franco recorrió el Vaupés hasta Yavaraté en la frontera con el Brasil y escapó al llano con Alicia, una muchacha de Guateque (Boyacá) a quien querían casar contra su voluntad. Bajaron por el río Meta y se instalaron en el barracón La Ceiba, junto al caño Casiquiare. Posteriormente subieron a Orocué, donde hicieron amistad con Rivera 1918. El relato de las aventuras vividas y las personas conocidas debrío de impartar la mente del joven abogado.
Años más tarde, Carlos Páramo antropólogo colombiano, indagó en documentación histórica de la época en la que viajó y escribió Rivera su novela, encontrando el informe de 1911, escrito por Samuel Darío Maldonado, de origen venezolano, quien nombrado gobernador del Territorio Federal Amazonas, recorrió buena parte de la frontera selvática. En dicho informe se afirma “Regresé de Esmeralda el día 27 [de marzo de 1911] bajando por el Orinoco rumbo a San Fernando de Atabapo; en este trayecto existen los siguientes sitios habitados…” y presenta una lista de 32 sitios poblados. En dicho censo aparece un Arturo Cova, dueño de un barracón cauchero en Puercoespín, entre el río Casiquiare y San Fernando de Atabapo. Según la investigación de Páramo, que se puede leer en los ensayos de la maestría en antropología de la Universidad Nacional, pudo pasar que Rivera en su viaje a San Fernando (1922) o a su paso por el Casiquiare camino a Manaos (1923), estuviera al corriente del mencionado informe o del mismo Arturo Cova.
Y por qué no, como lo pretende el mismo Páramo, “Tal vez se enteró de algo sobre este personaje que cautivó su imaginación. Tal vez el verdadero Arturo Cova, también había sido tolimense o poeta”.
Bastó un relato cautivador y la promesa de adentrarse en una selva tan misteriosa como indomita, para que en la mente del joven abogado comenzara a gestarse una novela que tal vez jamas habría planeado. Lo cierto es que en el relato colectivo, la figura de Rivera, se la asoscia al personaje de Arturo Cova. Durante mucho tiempo, se hablo de La Vorágine como novela autobiografica.
Este relato empieza a tomar forma desde1924, año de la publicación de la novela. La fotografía que mostramos fue pueblicada ese año por la revista cromos y se creo todo un mito, se decia que era el mismisimo Rivera víctima de las fiebres y paludismo en Orocué.
ALICIA, ENTRE OROCUÉ Y CÁQUEZA: EL RASTRO PERDIDO DE UNA MUSA.
Cuando visité Orocué en 2005, descubrí algo que aún me resuena en la cabeza. En el corazón del pueblo vive la creencia de que Alicia Hernández Carranza -esposa de Luis Franco-, fue la verdadera inspiración del celebre personaje literario. Lo menciono no solo como una anecdota curiosa, sino porque como bien dijo el escritor colombiano Gilberto Castillo, lo último que se supo de esta misteriosa mujer, es que hacia 1960 vivia cerca de Caqueza. Desde entonces su rastro se ha ido borrando como tienta en el agua. No así, en el correlato de las personas de la región.
José Eustasio Rivera habría viajado a los Llanos en 1918 para hacerse cargo de un pleito que por sucesión pesaba sobre la hacienda “Mata de Palma” -la Maporita de la novela-. Este pleito lo trabo Rafael Ruiz Bejarano -Don Rafo en la novela-. Allí habría conocido a Luis Franco Zapata y Alicia Hernández Carranza de quienes escuchó la historia de cómo “huyeron de Bogotá para evitar que el doctor Enrique Olaya Herrera, familiar de Alicia, más tarde presidente de Colombia, cumpliera su promesa de hacerlo ir a la cárcel por no oficializar su unión, pues vivían en libre unión- desde hacía meses”.
La pareja se conoció una mañana cualquiera: él, que trabaja como repartidor de correos en “Expreso Ribón” llegó hasta el almacén donde ella trabajaba para entregarle una carta que le habían enviado. Para continuar con su idilio de amor, huyeron hacia los Llanos Orientales en 1912. Una vez allí, se instalaron en Orocué donde muchas veces, en su casa, albergarían a José Eustasio Rivera.
Años después, cuando eran padres de una niña, se separaron y él regresó a Manizales, donde contrajo matrimonio con Maruja Parra Aguirre. Finalmente, el 15 de febrero de 1960 murió en Palmira donde se desempeñaba como almacenista en la Secretaría de Obras Públicas. Alicia, por su parte, volvió a Bogotá con su hija. La niña murió a la edad de 13 años y de su madre lo último que se supo fue que hacia 1960 vivía por los lados de Cáqueza. (Cundinamarca)
Esta documentación es de Naele Silva, Alicia Hernández Carranza, sería entonces la musa que logró atrapar la atención de Rivera, convirtiendose en ese destello de inspiración. En una época donde el texto hablaba más de lo que las palabras podian decir, tal vez, Alicia atrapó más que su atención.
NARCISO BARRERA: ENTRE ALICIA Y EL ABISMO.
Marcelino Sosa, indígena del resguardo Caño Cavasi del Vichada, tuvo acceso al testimonio de Pablo Pomaré, también indígena, empleado de Barrera y testigo de la venganza que le dio muerte. Lo relato así porque para las comunidades indigenas de los llanos, Barrera no fue un mito: fue real, temido y les dejo una herida abierta en la memoria.
El testimonio de Marcelino Sosa aparece en las memoria del “simposio de historia de los Llanos Colombo-venezolanos: Llanos una historia sin fronteras”. Allí Barrera, aparece como Julio Barrera Malo, enganchador de indios. También se encuentra en el relato colectivo la figura de Narcisa y la suegra de Barrera una mujer de nombre Eva. Del nombre Narcisa parece que Rivera crea el personaje de Narciso Barrera el raptor de Alicia. Cuentan los Sikuni que muchos indígenas de las riveras del río Vichada se acercaron con confianza a Barrera, por su mujer indígena y porque vendía mercancía que ellos necesitaban, además les compraba lo que ellos producían: hamacas de cumare flecadas, guindos, mañoco, gallinas, peramán, caraña y el pendare que son resinas de árboles.
De igual forma, uso la estrategia de adelantar mercancías. Julio Barrera Malo, enganchaba para trabajar la balata -el caucho-, aunque los indígenas no supieran que era la balata. Instaló un sistema de esclavitud, los embarcó engañados y drogados, los transportó en el fondo de unas embarcaciones apiñados y acostados unos encima de otros. Se contabá que Julio Barrera gustaba de sacar su caja dental y mostrarla a sus amigos y así creó entre los indígenas la idea de que comía carne humana y claro. Barrera murió a macana, atacado por los mismos indígenas con palos preparados para matar a garrote.
El Barrera de Rivera, es descrito a través del lente occidental de Arturo Cova “como el hombre elegante, de botas altas, vestido blanco y fieltro gris” pero condenado a la furia del poeta. Narciso Barrera muere debatido a duelo en un entronado encuentro, que poco tenía que ver con una reclamación de honor y más con acto liberador.
TOMÁS FUNES: EL TIRANO DE LA SELVA.
Llega al punto la novela de describir a San Fernando de Atabapo el emporio cauchero del Amazonas y aquí el autor hará referencias puntuales de hechos históricos, la matanza del 8 de mayo de 1913, la muerte al gobernador Roberto Pulido, el poder del tirano de la selva Tomás Funes. No obstante sentencia “Todos aquellos ríos presenciaron la muerte de 10 gomeros que mató Funes el 8 de mayo de 1913. Fue el siringa terrible -el ídolo negro- quien provocó la feroz matanza. Sólo se trataba de una trifulca entre empresarios de caucherías. Hasta el gobernador negociaba en caucho” La Vorágine. Pág. 283
Ese siringa terrible que presenta Rivera no es otro que el General Funes, quien ya sabemos está documentado históricamente en el artículo de Carlos Páramo, volvamos a su fuente, al informe de 1911 de Maldonado en dónde aparece listado Tomás Funes, como propietario de dos casas y responsable de 44 siringueros. Es decir, Rivera lo referencia directamente como siringuero, como lo que era antes de hacerse al poder, ¿Hasta qué punto le fue posible documentar al tirano?. No existe información precisa pero seguramente en alguna medida tuvo información escrita, recordemos que Rivera viajó a San Fernando de Atabapo en 1922, siendo miembro de la Comisión de Límites entre Colombia y Venezuela. Es decir, siendo ahora un diplomático, versado e instruido, habría tenido acceso al expediente de Tomás Funes.
Por otro lado, sigamos con fidelidad el curso de la novela cuando dice del Coronel Funes, ahora si como personaje, como tirano “Y no pienses que al decir "Funes" he nombrado a persona única. Funes es un sistema, un estado de alma, es la sed de oro, es la envidia sórdida. Muchos son Funes, aunque lleve uno solo el nombre fatídico”. La Vorágine. Pág. 283.
Aquí tiene valor histórico la novela, pues Rivera a través de su prosa describe la sociología del conflicto que vive el Amazonas y desenmaraña una pesada red de intereses compartidos por el poder local. No justifica la matanza, ni la suerte del gobernador Roberto Pulido pero denuncia el sistema macabro, sus elementos humanos y la función incuestionable en sus procederes. “El gobernador de esa comarca es un empresario cuyos subalternos viven de él; siendo sus empleados particulares, tienen una función constitucional. Uno se llama juez, otro jefe civil, otro registrador. Les imparte órdenes promiscuas, les fija salarios y los remueve a voluntad”. La Vorágine. Pág. 284. “En esta semana no habrá justicia: el gobernador me tiene atareado en despachar mañoco para sus barraqueros”. La Vorágine. Pág. 285
ZORAYDA AYRAM: LA TURCA
Nariza Sabas de Barrera esposa de Narciso Barrera Malo, aparecen en el relato local. Es descrita como la mujer que inspiraría el personaje de la madona o la turca y el personaje de Narciso Barrera. Se sabe que era una mujer de origen libanes. Ella comerciaba junto a su esposo. En la novela se le tiene como destacada comerciante “que anda por estos ríos negociando coratos con los siringueros y tiene en Manaos una pulpería de renombre”. La Vorágine. Pág. 176. Se sabe que tuvieron un almacén en Orocué llamado La Puya, que viajaban a Ciudad Bolívar en el bajo Orinoco y que tenían una casa comercial en San Fernando de Atabapo.
Nazira Sabath de Barrera en medio
de su hijo y otro acompañante. Foto cortesía de Cilita de Rey y FAFO.
Biblioteca Nacional.
A través de estos cinco personajes, hemos recorrido un pedazo de la historia que, aunque narrada en la ficción, resuena desde la cruda realidad de nuestro pasado. La Vorágine, no es solo un relato literario, sino un constante llamado de atención.
Si quieres seguir explorando más historias que cruzan los límites entre la ficción y la realidad, no olvides suscribirte a este blog. Juntos descubriremos más socre los ecos del pasado y cómo aún nos hablan hoy.
Hay libros que nos obligan a mirar más allá de la superficie, que nos enfrentan a realidades que desconocemos o que preferimos ignorar. La Vorágine es uno de esos libros. Convencida del valor que tiene esta obra como fuente históriaca, mis primeras lecturas estuvieron guiadas por la busquedad de todo elemento que diera cuenta de la historicidad del texto. Hoy, siendo una lectora mas madura me apasiona el relato que los colombianos hemos construido al rededor del texto y sus personajes.
Por esta razón leer La Vorágine, es leernos a nosotros mismos, porque vemos un Arturo Cova, un Barrera o un don Rafa en la propia idiosincracia. Hoy los invito a que se acerquen a sus páginas con ojos atentos, no solo para descubrir lo que Rivera escribió, sino para reconocer la colombianeidad de la obra a través de cinco de sus personajes.
Te invito a recrear un poco la novela con el trabajo del grupo teatro tierra.
ARTURO COVA: ENTRE LOS RELATOS Y DOCUMENTOS DEL PASADO
En la novela el personaje central es la selva y Arturo Cova su doliente. Según el biógrafo de Rivera, Naele Silva, el personaje se habría inspirado en la figura Luis Franco Zapata, a quien Rivera conocería en sus primeras visitas a Orocue. Las historias que Luis Franco junto con su esposa habría de contarle a Rivera, darían pie para configurar una de las escenas importantes de la novela. La huida al llano de Arturo y Alicia, para salvarla de un matrimonio obligado.
Luis Franco recorrió el Vaupés hasta Yavaraté en la frontera con el Brasil y escapó al llano con Alicia, una muchacha de Guateque (Boyacá) a quien querían casar contra su voluntad. Bajaron por el río Meta y se instalaron en el barracón La Ceiba, junto al caño Casiquiare. Posteriormente subieron a Orocué, donde hicieron amistad con Rivera 1918. El relato de las aventuras vividas y las personas conocidas debrío de impartar la mente del joven abogado.
Años más tarde, Carlos Páramo antropólogo colombiano, indagó en documentación histórica de la época en la que viajó y escribió Rivera su novela, encontrando el informe de 1911, escrito por Samuel Darío Maldonado, de origen venezolano, quien nombrado gobernador del Territorio Federal Amazonas, recorrió buena parte de la frontera selvática. En dicho informe se afirma “Regresé de Esmeralda el día 27 [de marzo de 1911] bajando por el Orinoco rumbo a San Fernando de Atabapo; en este trayecto existen los siguientes sitios habitados…” y presenta una lista de 32 sitios poblados. En dicho censo aparece un Arturo Cova, dueño de un barracón cauchero en Puercoespín, entre el río Casiquiare y San Fernando de Atabapo. Según la investigación de Páramo, que se puede leer en los ensayos de la maestría en antropología de la Universidad Nacional, pudo pasar que Rivera en su viaje a San Fernando (1922) o a su paso por el Casiquiare camino a Manaos (1923), estuviera al corriente del mencionado informe o del mismo Arturo Cova.
Y por qué no, como lo pretende el mismo Páramo, “Tal vez se enteró de algo sobre este personaje que cautivó su imaginación. Tal vez el verdadero Arturo Cova, también había sido tolimense o poeta”.
Bastó un relato cautivador y la promesa de adentrarse en una selva tan misteriosa como indomita, para que en la mente del joven abogado comenzara a gestarse una novela que tal vez jamas habría planeado. Lo cierto es que en el relato colectivo, la figura de Rivera, se la asoscia al personaje de Arturo Cova. Durante mucho tiempo, se hablo de La Vorágine como novela autobiografica.
Este relato empieza a tomar forma desde1924, año de la publicación de la novela. La fotografía que mostramos fue pueblicada ese año por la revista cromos y se creo todo un mito, se decia que era el mismisimo Rivera víctima de las fiebres y paludismo en Orocué.
ALICIA, ENTRE OROCUÉ Y CÁQUEZA: EL RASTRO PERDIDO DE UNA MUSA.
Cuando visité Orocué en 2005, descubrí algo que aún me resuena en la cabeza. En el corazón del pueblo vive la creencia de que Alicia Hernández Carranza -esposa de Luis Franco-, fue la verdadera inspiración del celebre personaje literario. Lo menciono no solo como una anecdota curiosa, sino porque como bien dijo el escritor colombiano Gilberto Castillo, lo último que se supo de esta misteriosa mujer, es que hacia 1960 vivia cerca de Caqueza. Desde entonces su rastro se ha ido borrando como tienta en el agua. No así, en el correlato de las personas de la región.
José Eustasio Rivera habría viajado a los Llanos en 1918 para hacerse cargo de un pleito que por sucesión pesaba sobre la hacienda “Mata de Palma” -la Maporita de la novela-. Este pleito lo trabo Rafael Ruiz Bejarano -Don Rafo en la novela-. Allí habría conocido a Luis Franco Zapata y Alicia Hernández Carranza de quienes escuchó la historia de cómo “huyeron de Bogotá para evitar que el doctor Enrique Olaya Herrera, familiar de Alicia, más tarde presidente de Colombia, cumpliera su promesa de hacerlo ir a la cárcel por no oficializar su unión, pues vivían en libre unión- desde hacía meses”.
La pareja se conoció una mañana cualquiera: él, que trabaja como repartidor de correos en “Expreso Ribón” llegó hasta el almacén donde ella trabajaba para entregarle una carta que le habían enviado. Para continuar con su idilio de amor, huyeron hacia los Llanos Orientales en 1912. Una vez allí, se instalaron en Orocué donde muchas veces, en su casa, albergarían a José Eustasio Rivera.
Años después, cuando eran padres de una niña, se separaron y él regresó a Manizales, donde contrajo matrimonio con Maruja Parra Aguirre. Finalmente, el 15 de febrero de 1960 murió en Palmira donde se desempeñaba como almacenista en la Secretaría de Obras Públicas. Alicia, por su parte, volvió a Bogotá con su hija. La niña murió a la edad de 13 años y de su madre lo último que se supo fue que hacia 1960 vivía por los lados de Cáqueza. (Cundinamarca)
Esta documentación es de Naele Silva, Alicia Hernández Carranza, sería entonces la musa que logró atrapar la atención de Rivera, convirtiendose en ese destello de inspiración. En una época donde el texto hablaba más de lo que las palabras podian decir, tal vez, Alicia atrapó más que su atención.
NARCISO BARRERA: ENTRE ALICIA Y EL ABISMO.
Marcelino Sosa, indígena del resguardo Caño Cavasi del Vichada, tuvo acceso al testimonio de Pablo Pomaré, también indígena, empleado de Barrera y testigo de la venganza que le dio muerte. Lo relato así porque para las comunidades indigenas de los llanos, Barrera no fue un mito: fue real, temido y les dejo una herida abierta en la memoria.
El testimonio de Marcelino Sosa aparece en las memoria del “simposio de historia de los Llanos Colombo-venezolanos: Llanos una historia sin fronteras”. Allí Barrera, aparece como Julio Barrera Malo, enganchador de indios. También se encuentra en el relato colectivo la figura de Narcisa y la suegra de Barrera una mujer de nombre Eva. Del nombre Narcisa parece que Rivera crea el personaje de Narciso Barrera el raptor de Alicia. Cuentan los Sikuni que muchos indígenas de las riveras del río Vichada se acercaron con confianza a Barrera, por su mujer indígena y porque vendía mercancía que ellos necesitaban, además les compraba lo que ellos producían: hamacas de cumare flecadas, guindos, mañoco, gallinas, peramán, caraña y el pendare que son resinas de árboles.
De igual forma, uso la estrategia de adelantar mercancías. Julio Barrera Malo, enganchaba para trabajar la balata -el caucho-, aunque los indígenas no supieran que era la balata. Instaló un sistema de esclavitud, los embarcó engañados y drogados, los transportó en el fondo de unas embarcaciones apiñados y acostados unos encima de otros. Se contabá que Julio Barrera gustaba de sacar su caja dental y mostrarla a sus amigos y así creó entre los indígenas la idea de que comía carne humana y claro. Barrera murió a macana, atacado por los mismos indígenas con palos preparados para matar a garrote.
El Barrera de Rivera, es descrito a través del lente occidental de Arturo Cova “como el hombre elegante, de botas altas, vestido blanco y fieltro gris” pero condenado a la furia del poeta. Narciso Barrera muere debatido a duelo en un entronado encuentro, que poco tenía que ver con una reclamación de honor y más con acto liberador.
TOMÁS FUNES: EL TIRANO DE LA SELVA.
Llega al punto la novela de describir a San Fernando de Atabapo el emporio cauchero del Amazonas y aquí el autor hará referencias puntuales de hechos históricos, la matanza del 8 de mayo de 1913, la muerte al gobernador Roberto Pulido, el poder del tirano de la selva Tomás Funes. No obstante sentencia “Todos aquellos ríos presenciaron la muerte de 10 gomeros que mató Funes el 8 de mayo de 1913. Fue el siringa terrible -el ídolo negro- quien provocó la feroz matanza. Sólo se trataba de una trifulca entre empresarios de caucherías. Hasta el gobernador negociaba en caucho” La Vorágine. Pág. 283
Ese siringa terrible que presenta Rivera no es otro que el General Funes, quien ya sabemos está documentado históricamente en el artículo de Carlos Páramo, volvamos a su fuente, al informe de 1911 de Maldonado en dónde aparece listado Tomás Funes, como propietario de dos casas y responsable de 44 siringueros. Es decir, Rivera lo referencia directamente como siringuero, como lo que era antes de hacerse al poder, ¿Hasta qué punto le fue posible documentar al tirano?. No existe información precisa pero seguramente en alguna medida tuvo información escrita, recordemos que Rivera viajó a San Fernando de Atabapo en 1922, siendo miembro de la Comisión de Límites entre Colombia y Venezuela. Es decir, siendo ahora un diplomático, versado e instruido, habría tenido acceso al expediente de Tomás Funes.
Por otro lado, sigamos con fidelidad el curso de la novela cuando dice del Coronel Funes, ahora si como personaje, como tirano “Y no pienses que al decir "Funes" he nombrado a persona única. Funes es un sistema, un estado de alma, es la sed de oro, es la envidia sórdida. Muchos son Funes, aunque lleve uno solo el nombre fatídico”. La Vorágine. Pág. 283.
Aquí tiene valor histórico la novela, pues Rivera a través de su prosa describe la sociología del conflicto que vive el Amazonas y desenmaraña una pesada red de intereses compartidos por el poder local. No justifica la matanza, ni la suerte del gobernador Roberto Pulido pero denuncia el sistema macabro, sus elementos humanos y la función incuestionable en sus procederes. “El gobernador de esa comarca es un empresario cuyos subalternos viven de él; siendo sus empleados particulares, tienen una función constitucional. Uno se llama juez, otro jefe civil, otro registrador. Les imparte órdenes promiscuas, les fija salarios y los remueve a voluntad”. La Vorágine. Pág. 284. “En esta semana no habrá justicia: el gobernador me tiene atareado en despachar mañoco para sus barraqueros”. La Vorágine. Pág. 285
ZORAYDA AYRAM: LA TURCA
Nariza Sabas de Barrera esposa de Narciso Barrera Malo, aparecen en el relato local. Es descrita como la mujer que inspiraría el personaje de la madona o la turca y el personaje de Narciso Barrera. Se sabe que era una mujer de origen libanes. Ella comerciaba junto a su esposo. En la novela se le tiene como destacada comerciante “que anda por estos ríos negociando coratos con los siringueros y tiene en Manaos una pulpería de renombre”. La Vorágine. Pág. 176. Se sabe que tuvieron un almacén en Orocué llamado La Puya, que viajaban a Ciudad Bolívar en el bajo Orinoco y que tenían una casa comercial en San Fernando de Atabapo.
A través de estos cinco personajes, hemos recorrido un pedazo de la historia que, aunque narrada en la ficción, resuena desde la cruda realidad de nuestro pasado. La Vorágine, no es solo un relato literario, sino un constante llamado de atención.
Si quieres seguir explorando más historias que cruzan los límites entre la ficción y la realidad, no olvides suscribirte a este blog. Juntos descubriremos más socre los ecos del pasado y cómo aún nos hablan hoy.